Resituar la cooperación descentralizada en la agenda eurolatinoamericana

Opinion CIDOB 712
Data de publicació: 03/2022
Autor:
Agustí Fernández de Losada, investigador sénior y director del Programa Ciudades Globales, CIDOB
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En un contexto de recuperación en el que las innovaciones urbanas cobran una importancia sin precedentes, la Unión Europea debería redoblar su apuesta por la cooperación descentralizada situándola en el eje del diálogo eurlatinoamericano. Se trata de una práctica dinámica, innovadora y con resultados contrastados con un enorme potencial para mejorar la calidad de las políticas públicas que se impulsan en ambas regiones. 

Este artículo ha sido publicado previamente en la Revista TIP

Las relaciones entre ciudades de América Latina y Europa han sido tradicionalmente ricas y dinámicas. Más allá de compartir historia y estar ligadas por fuertes lazos culturales, sociales, económicos y políticos, la necesidad de abordar desafíos similares las ha acercado todavía más. Han proliferado redes de índole diversa y relaciones bilaterales más o menos formalizadas que han tenido impactos contrastables. Durante años, la Unión Europea ha favorecido los intercambios y el desarrollo de soluciones compartidas, en ocasiones fuertemente innovadoras. Sin embargo, en la última década, el apoyo de las instituciones europeas a la cooperación descentralizada ha ido disminuyendo hasta ser, en la actualidad, periférico. A pesar de que los primeros indicios no invitan al optimismo, habrá que ver si la centralidad que las ciudades han demostrado en la gestión de la pandemia, y la que tienen en el abordaje de la doble transición, climática y digital, y en la lucha contera las desigualdades, devuelve esta forma de cooperación al centro de las prioridades europeas en el futuro próximo.

A pesar de que las ciudades latinoamericanas llevan tiempo cultivando relaciones en otras regiones del planeta, en especial en América del Norte y en Asia, el vínculo con sus homólogas europeas sigue teniendo una dimensión especial. La proximidad sociocultural y política, así como el peso de las relaciones económicas, facilitan los intercambios. Las relaciones bilaterales entre las grandes ciudades de ambas regiones, y también entre muchas ciudades intermedias, son fluidas y constantes en el abordaje de soluciones a problemas que comparten. Por su parte, las redes de ciudades birregionales como el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI) o la Alianza Eurolatinoamericana de Cooperación entre Ciudades (AL-LAs), pero también las de carácter global como Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), Metropolis, C40 o ICLEI, proporcionan espacios de encuentro, no solo para el intercambio de soluciones, sino que también para la alianza y la incidencia en la agenda política internacional.

Durante años la Comisión Europea ha incentivado, facilitado y apoyado dichos vínculos de cooperación descentralizada. El Programa URBAL, en sus tres fases, fue una herramienta fundamental no solo para potenciar la cooperación birregional entre gobiernos locales sino, sobre todo, para mejorar la calidad de las políticas públicas que se impulsaban en ámbitos clave como la gobernanza democrática, la igualdad de género, la cohesión social, el desarrollo económico local o la lucha en contra del cambio climático. URBAL lo hizo apostando por el trabajo en red y dejando numerosos proyectos con resultados contrastados, iniciativas como el Observatorio de la Cooperación Descentralizada UE-AL, que es todavía hoy un referente imprescindible, y un repositorio de gran valor de estudios e investigaciones que han servido para poner en valor la importante capacidad de innovación territorial que existe en ambas regiones.

Junto con URBAL, que concluyó su recorrido en 2013, el Programa Temático Organizaciones de la Sociedad Civil y de Autoridades Locales, de alcance global, ha financiado en los últimos años partenariados bilaterales entre las principales ciudades latinoamericanas y europeas y proyectos multilaterales tan destacados como AL-Las, que ha sido un referente en las políticas urbanas de internacionalización. Igualmente, el Programa de Cooperación Internacional Urbana y Regional (IURC) promueve la cooperación ciudad-ciudad, limitada a algunos países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú), aunque, a diferencia de los anteriores, no dispone de fondos para financiar la implementación de proyectos piloto.

Sin embargo, parece que el panorama cambiará de forma considerable con la puesta en funcionamiento del nuevo Instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional (NDCI) que la Unión Europea desplegará en el período presupuestario 2021-2027. Las instituciones europeas han alcanzado un acuerdo para transversalizar el tema y destinar un mínimo de 500 millones de € a los gobiernos locales y regionales de los países socios en el mundo. Unos recursos que se canalizarán a partir de instrumentos de programación país y regionales. Pero, si tenemos en cuenta que los programas país se despliegan a través de las autoridades nacionales, que todo apunta a que no habrá programas regionales centrados específicamente en el ámbito urbano, y que ya se ha anunciado la desaparición del programa temático de autoridades locales, en los próximos años puede ser complicado movilizar recursos europeos para desplegar proyectos de cooperación entre ciudades de Europa y América Latina.

Preocupa que la UE renuncie a seguir facilitando y financiando la cooperación descentralizada entre Europa y América Latina. Debilitarla puede ir en detrimento del necesario empoderamiento de los gobiernos locales en un momento en el que, y en eso hay consenso, deben desempeñar un papel primordial en el impulso de estrategias para avanzar hacia la neutralidad climática, la transición digital y la lucha contra todo tipo de desigualdades. Todo ello en un escenario de retroceso en la agenda de la descentralización en algunos países latinoamericanos y europeos.

En este contexto, es necesario que los gobiernos locales, así como sus redes y asociaciones representativas, sigan apostando por reforzar sus vínculos e incidan en las instituciones europeas para que resitúen la cooperación descentralizada entre sus prioridades. Podrían ser opciones viables apostar por potenciar el programa IURC, orientándolo a la financiación de proyectos piloto y ampliando su cobertura a la totalidad de la región; abrir las nuevas ediciones de programas regionales como EUROsociAL+ o EUROCLIMA+ a una participación directa de las ciudades; o habilitar mecanismos que faciliten el vínculo entre los programas país y la cooperación descentralizada. Programas como Interreg Europa podrían ser una buena fuente de inspiración para todo ello.

En cualquier caso, sería oportuno aprovechar el dinamismo de las relaciones entre ciudades europeas y latinoamericanas para que la cooperación descentralizada recupere visibilidad como herramienta para el empoderamiento de los gobiernos locales y la transformación de las realidades urbanas y territoriales. En un contexto de extrema complejidad e incertidumbre como el actual, en el que las políticas de proximidad serán clave para avanzar en el proceso de recuperación, situar la agenda de la descentralización y el desarrollo sostenible urbano y territorial en el eje del diálogo político eurolatinoamericano debería ser una prioridad y un ejercicio de responsabilidad colectiva.

 

Palabras clave: ciudades, cooperación descentralizada, UE, América Latina, innovaciones urbanas, URBAL

 

E-ISSN: 2014-0843