Reseñas de libros | Violencia política: hacia una comprensión compleja del fenómeno
Óscar Mateos, Profesor y coordinador de Globalcodes, Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna, Universitat Ramon Llull
Reseña de libro: Daniels, Lesley-Ann y Vlaskamp, Martijn C. Violencia política. Tecnos, 2021. 288 págs.
Conflicto, violencia o guerra se han concebido habitualmente como nociones superpuestas, generando una confusión notable que impide su adecuada interpretación. Los estudios de paz y conflictos, especialmente a partir de la obra del noruego Johan Galtung, han intentado en las últimas décadas apuntalar ciertas ideas que persiguen, precisamente, aclarar y perimetrar el significado y comprensión de dichos conceptos. En este sentido, el conflicto se concibe como algo diferenciado de la violencia y como una realidad inherente a la experiencia humana, y no necesariamente negativa si es gestionado sin el uso de la violencia. La violencia, Galtung popularizó, puede ser, por su parte, «directa», es decir, la manifestación visible de un enfrentamiento armado, pero también necesita de una violencia generada por las propias estructuras de un sistema determinado («estructural») o la existencia de un «sentido común» que ha ido fraguando y naturalizando una cultura de la violencia («violencia cultural») que sostiene y legitima la existencia de las otras violencias (estructural y directa).
Por su parte, en las últimas décadas la noción de guerra ha sido también aterrizada y definida a partir de la intensidad y de la letalidad de una realidad determinada, utilizando baremos y umbrales que ayudan a diferenciar los diferentes contextos entre sí. El Uppsala Conflict Data Program (UCDP), por ejemplo, una de las fuentes comúnmente utilizadas, plantea la necesidad de que un contexto provoque más de 1.000 víctimas mortales al año para ser considerado como «guerra», mientras que el resto de contextos que no alcancen esta cifra recibirán otro tipo de nomenclaturas (por ejemplo, un «conflicto armado menor», aquellos que provocan al menos 25 cada año, pero no superan el umbral de 1.000).
A este necesario ejercicio de conceptualizar y de diferenciar aspectos que albergan características diferenciadas, cabe sumar en los últimos años otro importante debate sobre la comprensión del fenómeno de la violencia y los conflictos. Desde los años noventa, determinadas contribuciones (un ejemplo evidente fue la del periodista Robert Kaplan con su obra The coming anarchy, pero también una parte del trabajo del economista Paul Collier) fueron enormemente criticadas desde los estudios críticos de paz y conflictos por su carácter simplificador y esencialista. La violencia, señalaban voces críticas como la de Christopher Cramer en su obra Civil war is not a stupid thing, es ante todo un fenómeno político. Como fenómeno político, por lo tanto, la violencia merece ser entendida desde la comprensión del contexto histórico en el que se inserta una realidad determinada, desde el análisis multifactorial y multicausal o desde la toma en consideración de la relación entre la agencia de los actores y el peso de la estructura. La violencia, en ningún caso, señalaban estas voces críticas, debía ser interpretada como algo irracional, impulsivo o inexplicable, sino como algo profundamente complejo.
El trabajo coordinado por Lesley-Ann Daniels y Martijn C. Vlaskamp, Violencia política, contribuye de forma extraordinaria a todos estos debates. Sus 10 capítulos, elaborados por autoras y autores de referencia en el análisis de esta cuestión, nos ofrecen una visión compleja, matizada y caleidoscópica y, a la vez, asequible y enormemente pedagógica, convirtiéndose así en una obra de referencia sobre la materia (se trata prácticamente de un manual) en lengua castellana. Partiendo de la definición tridimensional de Keith Krause, que entiende la violencia política como «la violencia utilizada con fines políticos, que socava y desafía el monopolio legal del Estado sobre el uso legítimo de la fuerza o que implica al Estado y su aparato represivo», el libro se estructura a partir del análisis de diferentes fenómenos que se insertan en el marco de esa definición. Así, se desglosan las nociones de «violencia masiva, genocidio y limpieza étnica» (Martin Shaw), «guerras civiles» (Laia Balcells y Martijn C. Vlaskamp), «terrorismo» (Luis de la Calle), «golpes de Estado» (Martin C. Vlaskamp), «violencia entre comunidades» (Lesley-Ann Daniels), «pandillas, crimen organizado y violencia urbana» (Miriam Bradley) y «violencia del Estado» (Abel Escribà-Folch), y se analizan los debates sobre «la duración y el fin del conflicto» (Lesley-Ann Daniels) y las «consecuencias de la violencia política» (Marta Iñiguez de Heredia). Todos los capítulos tienen la virtud de ofrecer una exhaustiva revisión de la literatura y de los debates centrales sobre el fenómeno analizado, utilizando, a su vez, numerosos ejemplos, algunos de ellos desarrollados ampliamente como estudios de caso al final de cada capítulo.
La obra realiza al menos dos importantes contribuciones. Primero, aborda de forma clara y convincente siete formas distintas de violencia política, siguiendo una misma estructura que ayuda a la comprensión de cada una: se define y describe el tipo de violencia política, se debaten sus posibles causas, se analizan sus dinámicas y características y, finalmente, se exponen las principales consecuencias. Segundo, los diferentes capítulos inciden en el carácter político y complejo de la violencia, aportando literatura y trabajos de referencia en cada ámbito y contribuyendo a construir así una narrativa de la multidimensionalidad que contrarreste las visiones o análisis que tienden a caricaturizar y despolitizar la violencia. El apartado que analiza el fenómeno del terrorismo, por ejemplo, pone de relieve la importancia de la «asimetría» como uno de los elementos clave para entender su naturaleza y evolución, confrontando los discursos que suelen explicarlo como un tipo de violencia indiscriminada, impulsiva e irracional.
Existen otros dos aspectos, sin embargo, que se echan de menos, si bien es cierto que los coordinadores advierten de ambos en la introducción. Por un lado, la segmentación de cada una de estas formas de violencia política es casi imposible, ya que un mismo contexto de violencia política puede albergar a su vez distintas formas y manifestaciones de esta. En un contexto de guerra como el de la República Democrática del Congo encontramos golpes de Estado, crimen organizado y violencia urbana, violencia entre comunidades y violencia del Estado. El libro no intenta, en este sentido, abordar la interrelación de estas distintas formas de violencia, explicando las causas o las consecuencias de esta compleja coexistencia de violencias. Por otro lado, aunque se advierte de que el análisis se centra preferentemente en contextos estatales, llama la atención la escasa atención que se dedica a la dimensión transnacional y privatizada de la violencia, pero también a la creciente dinámica regionalizada de muchas de estas violencias. El papel de las empresas de seguridad privada, de las empresas multinacionales de los recursos naturales o de las diásporas, por poner algunos ejemplos, no aparece prácticamente en el análisis de ninguno de los fenómenos abordados, justificado, por otra parte, por la necesidad de acotar y de ceñirse a un espacio determinado.
Sea como fuere, Violencia política se postula como una obra de referencia a partir de ahora para cualquier estudioso en el ámbito de las relaciones internacionales en castellano, caracterizándose por abordar de forma sucinta, clara y exhaustiva cuestiones eminentemente complejas. Todas las preguntas que deja abiertas pueden, además, ser objeto de un segundo volumen que siga planteando y desarrollando debates y elementos de enorme trascendencia para la adecuada comprensión de los conflictos, la violencia y la paz.
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2021.128.2.225