¿Qué será del chavismo después de Chávez?

Opinion CIDOB 164
Data de publicació: 11/2012
Autor:
Juan Carlos Triviño Salazar, Investigador, Departamento de Ciencias Políticas y Sociales, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
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Juan Carlos Triviño Salazar,
Investigador, Departamento de Ciencias Políticas y Sociales, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona

7 de noviembre de 2012 / Opinión CIDOB, n.º 164 / E-ISSN 2014-0843

 

Hugo Chávez Frías fue reelegido presidente de los venezolanos por tercera vez consecutiva y con el 54% de los votos el pasado 7 de octubre. La oposición encabezada por Henrique Capriles Radonski consiguió un 44% de los votos y la satisfacción de haber logrado construir una candidatura unificada en torno a un proyecto diferente al del Chavismo. Estas elecciones representaban un reto importante para ambas partes: por un lado, confirmar la buena salud de la que goza un Chavismo que se percibía en declive y, por otra, demostrar que era posible construir una oposición creíble y con posibilidades de ganar la partida.

¿Qué razones han llevado a Hugo Chávez a lograr una reelección con la que totalizará 20 años en el poder en el 2019? La situación en Venezuela no parecía favorable a sus intereses si tomamos en cuenta la enfermedad del presidente, el desgaste sufrido por un gobierno con 14 años en el poder, las escisiones de antiguos aliados del Partido Socialista Unido de Venezuela, la percepción de mala gestión de su gobierno, y el hecho de que Venezuela, a pesar de sus grandes avances en el combate contra la pobreza, posee una tasa de 50 asesinatos por cada 100.000 habitantes, la inflación más alta en la región, y un sector informal que alcanza al 43% de los trabajadores.

A pesar de todo esto, el secreto del apoyo electoral al Presidente Comandante se encuentra en la construcción sistemática de una base popular sólida sobre tres elementos básicos: el carisma del Presidente Comandante, las Misiones Bolivarianas y la implementación del Poder Comunal.

El carisma de Hugo Chávez hace de él un showman capaz de llamar ‘el diablo’ al expresidente de EEUU George Bush ante la Asamblea General de la ONU o de bailar y cantar a todo pulmón joropos con un grupo de campesinos de los Llanos venezolanos. La capacidad de reinvención del Presidente Chávez es una cualidad que lo hace estar en sintonía con aquellas clases populares que veían en la política conceptos abstractos y promesas vacías. Su lenguaje sencillo y directo, su capacidad de interpretar personajes dignos de cualquier culebrón venezolano y su identificación constante como un hombre curtido por la pobreza y por el trabajo duro, donde ni apellidos, ni grandes fortunas le han acompañado, han sido herramientas que el Comandante ha sabido utilizar con naturalidad en todo momento. El gobierno venezolano y el Chavismo en general, han tomado como suyas las banderas sociales que ondean en cualquier barrio obrero de Caracas o Barquisimeto o en cualquier parcela de campesinos en el Táchira. La creación y puesta en marcha de más de una veintena de Misiones o programas sociales de prestación de servicios básicos ha sido la columna vertebral del apoyo incondicional al Presidente. Apoyado por los enormes ingresos de la renta petrolera, el gobierno Chávez ha logrado consolidar durante su mandato una serie de programas cuyo objetivo es proveer salud, educación, vivienda, alimentación, empleo y una vejez digna a millones de venezolanos. Estas misiones han logrado que grandes sectores de la población hayan podido ver por primera vez un médico en su calle a través de la Misión Barrio Adentro o poner tres comidas diarias en su mesa a través de la Misión Mercal. Sin duda alguna, las Misiones son la carta de presentación de un gobierno que se proclama Socialista y Bolivariano. Sin embargo, los críticos a estos programas aducen que no son sostenibles a largo plazo, que han sido creados como estructuras paralelas en detrimento de la red de hospitales públicos o del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, o que son instrumentos proselitistas, que socavan la institucionalidad del estado.

La exaltación del poder del pueblo como principio rector de la Revolución Bolivariana ha sido un mantra del discurso del Presidente Chávez. Basándose en la democracia participativa y protagónica del pueblo y replicando modelos como los Presupuestos Participativos en Brasil o los Consejos de Defensa en Cuba, el gobierno venezolano ha promocionado y animado a que en todos los barrios del país la gente se organice en torno a los llamados Consejos Comunales. Estos son unidades de auto-gobierno cuyo fin es que los residentes de una comunidad identifiquen los problemas más apremiantes que les aquejan y los resuelvan con la ayuda de los recursos procedentes del gobierno central. Hoy por hoy hay registrados en todo el país 20.000 Consejos Comunales (Fundacomunal, 2010) y el gobierno desembolsó sólo en el 2008 más de mil millones de euros en proyectos liderados por estos consejos en sus comunidades (Safonnacc, 2009). A pesar de sus resultados aparentes, la diversidad de buenas y malas experiencias en los consejos, su dependencia financiera del gobierno, la lentitud para recibir los recursos, así como su posible instrumentalización con fines políticos son las contrapartidas negativas al éxito de este experimento de participación.

En definitiva, el temor a perder lo ganado durante los años del gobierno de Hugo Chávez ha dado como resultado la movilización de amplios sectores populares que han sido los grandes beneficiarios de la Revolución. Más que la ideología, la percepción en estos sectores de que ha habido alguien con poder que se ha preocupado por sus necesidades, hacen del Presidente Chávez y su proyecto un contrincante difícil de batir.

La Venezuela de Chávez enfrenta retos importantes. El pueblo apoya su figura, su persona, apoya lo que él representa; sin embargo, la falta de liderazgos dentro de su revolución, la centralización del poder en sí mismo, así como un manejo económico desordenado e insostenible y una violencia enquistada pueden provocar más de un dolor de cabeza al presidente y a su pueblo. Chávez llegó con la promesa de trabajar por los pobres y marginalizados del país: la percepción es que ha cumplido. Pero el precio a pagar por un movimiento, un partido y un gobierno creado alrededor de una sola persona puede ser muy alto, tan alto como lo ha sido para América Latina en otros casos. ¿Qué será del chavismo después de Chávez?

Juan Carlos Triviño Salazar,
Investigador, Departamento de Ciencias Políticas y Sociales, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona