Nuevo escenario para Turquía y la Unión Europea tras el referéndum

Opinion CIDOB 84
Data de publicació: 09/2010
Autor:
Eduard Soler i Lecha, investigador principal CIDOB
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Eduard Soler i Lecha,
Investigador principal CIDOB

16 de Septiembre de 2010 / Opinión CIDOB, n.º 84

El 12 de setiembre es una fecha de alto contenido simbólico para Turquía. Ese día, hace ahora treinta años, se declaraba el golpe de estado que condujo a uno de los periodos de represión más duros de la historia reciente del país. No es casual que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan escogiera esta fecha para celebrar el referéndum de la reforma constitucional que, entre otros, ha de limitar el poder y la inmunidad de miembros de las fuerzas armadas y consolidar su subordinación al poder civil. Tampoco es casual que el día después del referéndum se haya iniciado una denuncia contra altos cargos de la Junta Militar.

Las enmiendas tuvieron el respaldo del 58% de los votantes en una jornada marcada por una alta participación en el conjunto del país pero con unos niveles de abstención más altos en las regiones del sur-este, donde los votantes kurdos habían sido llamados a boicotear el proceso. La crispación se extendía por todo el país y los ciudadanos turcos votaron en un contexto marcado por la polarización. Mientras que el gobierno insistía que quienes se oponían a las enmiendas tenían una mentalidad golpista, la oposición hablaba de riesgo de sumisión de la justicia a los intereses del ejecutivo.

Ésta ha sido una campaña en que el factor miedo ha desempeñado un papel muy importante, especialmente entre los sectores contrarios a esta reforma constitucional. Miedo, en primer lugar, a la omnipresencia del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en la esfera pública y privada, miedo a un proceso de islamización, miedo a una supuesta deriva presidencialista que estaría abonando el terreno para el momento en que Erdogan presentase su candidatura para la jefatura del estado y miedo, sobre todo, a la pérdida de independencia de la justicia y a la dilución del sistema de separación y equilibrio de poderes.

¿Y que pinta la Unión Europea en este proceso? Representantes de la Comisión y del Parlamento Europeo apoyaron la reforma constitucional como un paso en la buena dirección. Como reacción, líderes de la oposición, empezando por el Presidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Kemal Kiliçdaroglu, criticaron el apoyo europeo a las nuevas enmiendas. Se llegó a acusar al gobierno de haber comprado el favor de los responsables europeos con valiosos regalos y paseos en limusina en sus visitas a Turquía. A todo ello, hay que sumar una carta que prestigiosos intelectuales turcos como Binnaz Topraz o Sevket Pamuk, hermano del Premio Nobel de Literatura, dirigieron a las instituciones europeas explicando que reconocían la necesidad de una nueva constitución pero criticando el modo como se había hecho esta reforma y el hecho que se estigmatizara a los críticos como partidarios del statu quo. El gobierno turco, argumentaban estos intelectuales, presenta a la UE como si le brindara un apoyo incondicional en este tema.

En paralelo, los ministros de asuntos exteriores de la UE discutieron, la víspera del referéndum, cómo mejorar la comunicación y la coordinación con Turquía. No se formalizó ningún acuerdo ni propuesta operativa pero quedó claro que con independencia del ritmo al que avance el proceso de adhesión, la UE quiere desarrollar un diálogo estratégico con Ankara en temas como Irán, Oriente Próximo o la política energética. En palabras del ministro de exteriores finlandés, Alexander Stubb, Turquía es hoy uno de los cinco países más influyentes del mundo, superando a cualquiera de los países europeos tomados individualmente. Este diálogo estratégico regular es un proyecto interesante para ambas partes pero que Turquía podría ver con recelo si alguien lo plantease como alternativa a la adhesión.

En cualquier caso, el reconocimiento del papel estratégico de Turquía por parte de la diplomacia europea así como la reforma constitucional ha acercado un poco más Turquía a Europa. La sumisión de las fuerzas armadas al poder civil ha sido un paso importante y en la dirección que Bruselas siempre solicitó. Sin embargo, la importancia de estas reformas no logrará vencer las enormes resistencias que hay en algunas capitales como París o Berlín aunque sí puede haber fortalecido los argumentos de quienes defienden un mejor trato a la candidatura turca.

El camino por recorrer a partir de ahora es largo y lleno de obstáculos. Peor aún, puede ser un terreno minado. A nivel interno, en Turquía, el gobierno debería esforzarse en labrar consensos más amplios de cara a la redacción de una nueva constitución, debería ser más sensible hacia los temas que preocupan a la población kurda y, sobre todo, deberá ser muy cuidadoso con los nombramientos de altos magistrados, para demostrar que no tiene afán de someter el poder judicial a los intereses de un partido, de una corriente ideológica o de un grupo social.

La UE, por su parte, tiene que acompañar el proceso de reformas en Turquía con mayores incentivos y, sobre todo, con una actitud más constructiva en relación a las negociaciones de adhesión. En política exterior, la UE deberá demostrar que cuenta con Turquía, que la escucha y toma en consideración sus intereses. Como decía un reciente informe del International Crisis Group sobre la posición turca hacia Israel e Irán, Ankara quizás exagera su importancia y capacidades, pero sus socios occidentales también deberían reconocer su peso específico a escala regional y más allá de ésta. Hay muchas maneras de hacerlo. Poner en marcha un diálogo estratégico como se empezó a entrever este mes de septiembre es una de ellas. Otra puede ser incorporar de forma más estrecha a Turquía en los mecanismos de la nueva política exterior europea. Sin embargo, este proceso no puede desligarse de una normalización de las negociaciones de adhesión. De lo contrario, resurgirá el fantasma de los tratos discriminatorios y los premios de consolación.

En suma, tras un final de verano muy intenso, el gobierno turco hará bien de combinar prudencia, persistencia y generosidad en la gestión tanto de su agenda exterior como interior. Y Europa tendrá que responder con serenidad, imaginación y pensamiento estratégico a una Turquía que acude a las puertas de Europa con mayor autoestima y ambición.

Eduard Soler i Lecha,
Investigador principal, CIDOB