Incertidumbres del porvenir de los cubanos
Notes internacionals CIDOB, núm. 111
Los acuerdos tomados por los gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama, el 17 de diciembre de 2014, aceleran definitivamente los cambios económicos en la isla y tal vez, se reflejarán en su vida política. Esta transformación, sin embargo, aparte de las herramientas estructurales e institucionales, tendrá que disponer de un apoyo de la sociedad. Además del ánimo y de la esperanza por una mejora en la calidad de vida, debería haber lugar para el diálogo, el perdón y la comprensión. Esta reflexión se basa en la diversidad de reacciones que provocó el anuncio del acercamiento cubano-estadounidense.
Entre los propios cubanos, habitantes de la isla, los comentarios fueron muy diversos. Junto a actitudes moderadas o negativas, se escuchan en su gran mayoría frases optimistas, de buena recepción, llenas de alivio, como las expuestas, el mismo 17 de diciembre, en la revista Convivencia(dirigida por Dagoberto Valdés) que “saluda el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la República de Cuba y los Estados Unidos de América. Deseamos que este clima de diálogo y negociación también se establezca entre el Gobierno de la República de Cuba y la sociedad civil cubana independiente...”. El reconocido cantautor Silvio Rodríguez, por su parte, añadía: “A mis hermanos cubanos a mis abuelos a los que están allá. Dios nos bendiga esto es muy grande”.
Pero, al mismo tiempo, la famosa bloguera Yoani Sánchez escribía: “Hoy, ha sido una de esas jornadas que imaginamos de mil maneras, pero nunca como sucedió finalmente. Uno se prepara para una fecha en que pueda celebrar el fin, abrazar a los amigos que regresan, batir una banderita en plena calle, pero el día D se tarda. En su lugar, llegan fragmentados los sucesos, un avance aquí, una pérdida allá. Sin gritos de “viva Cuba libre”, ni botellas descorchadas. La vida nos escamotea ese punto de inflexión que guardaríamos para siempre en el calendario.”
La decepción por la falta de una victoria deslumbrante e inmediata, que emana de la última cita, tal vez sea efecto del encanto y fascinación por el mito de la “gran victoria” y la caída del muro de Berlín. Su profundo arraigo en la mente borra de la memoria, también colectiva, el gran esfuerzo dialogador, los pequeños pasos, de decenas de políticos de ambos bandos, conocidos y desconocidos, que durante varios años mantuvieron conversaciones y consiguieron el desmantelamiento del bloque socialista en Europa, a finales de los ochenta. Sin duda, para las masas, el derrumbe del muro de Berlín fue un hecho espectacular, sorprendente y repentino. En realidad, no hubiera ocurrido sin los antecedentes de la glasnost y perestroika en la URSS, el diálogo entre Gorbachov y Reagan, y los acontecimientos en Polonia (acuerdos de agosto 1980, conversaciones en Magdalenka en septiembre 1988 y enero 1989, acuerdos de la Mesa Redonda en febrero 1989) que reunieron a los dirigentes del Estado polaco y a la oposición.
Se ha establecido un diálogo y un acuerdo entre Barack Obama y Raúl Castro. Si bien el caso de Cuba es mucho más complejo que el de la Polonia de aquel entonces y el origen de su sistema gubernamental es diferente, en la dimensión social de la transformación encontraremos semejanzas. El período que está por llegar a Cuba será muy difícil en su ámbito social. Los cubanos “de aquí” y los “de allá” tendrán que superar, no sólo el muro que los divide, creado por los políticos, sino también una serie de barreras que conviene eliminar, internas y externas. Tendrán que hacer un cambio mental, ser más comprensivos unos con los otros, realizar un examen de conciencia, admitir que no todo por lo que lucharon fue alcanzado, que la implementación de las premisas, a veces utópicas, no fue posible.
Entre los insulares existen diferencias en la percepción de Cuba y sus relaciones con el mundo externo, en especial con EEUU. Un amplio grupo de revolucionarios, que llevaron la lucha antimperialista y participaron en la construcción de la Cuba actual, no son ni tan flexibles, ni tan aptos para cambiar su discurso político y aceptar un diálogo con el “eterno enemigo yanqui”. Rechazarán probablemente los cambios radicales a los cuales tendrán que ajustarse, ya que con ellos perderán ciertos privilegios sociales, económicos y políticos. En el otro extremo, se encuentran los jóvenes cubanos, ansiosos de formar parte de un mundo globalizado, hasta hace poco hundidos en la desesperanza e incertidumbre. Ahora despiertan del letargo y tal vez participarán más activamente en el desarrollo de una sociedad civil en la isla, escogiendo por quedarse y no emigrar.
Efectos del anuncio. . .
El anuncio del acercamiento político y económico entre Cuba y Estados Unidos tendrá sus repercusiones multidimensionales, tanto sociales, económicas y políticas como nacionales e internacionales. Serán inmediatas, a medio y a largo plazo, estrechamente vinculadas entre sí.
En el ámbito internacional, el régimen cubano se ha ganado una dosis de confianza, lo cual le ayudará a aumentar su credibilidad para captar un número mayor de inversiones extranjeras que tanta falta le hace a la economía del país. Especialmente, en áreas de altas tecnologías, producción energética, de medios de comunicación y transporte. Esta credibilidad no sería tan convincente si no se viera acompañada por las reformas económicas y sociales, también estructurales, que se están produciendo desde hace cinco años en la isla.
Cuba, un Estado de bienestar, con un fuerte proceso de envejecimiento, baja fecundidad y alta tasa de emigración, no es capaz de cargar con el peso de los altos gastos sociales. Por ello el Gobierno implementó ciertas medidas que trasladan las cargas sociales sobre las espaldas de los propios ciudadanos. Entre ellas se cuentan: la reducción de puestos de trabajo en el sector público, una reforma tributaria, extracción gradual de artículos del racionamiento y su venta a precios de mercado, aplazamiento de la jubilación tanto para mujeres como hombres, fomento del trabajo no estatal, autorización del pluriempleo, entrega en usufructo de tierras estatales ociosas, permiso para el transporte privado, limitación al acceso de las carreras de educación superior, eliminación de escuelas secundarias del campo y universidades municipales. De esta forma, los habitantes de la isla se han visto obligados a responsabilizarse de su propia vida, conscientes ahora de que el apoyo social del Estado iba disminuyendo gradualmente.
El aumento de la credibilidad ayudará al fortalecimiento y reconstrucción de la posición internacional de Cuba, especialmente en las relaciones interamericanas y en el diálogo con la Unión Europea, que se encuentra estancado. Ante los cambios anunciados, la posición de Europa puede considerarse mucho más débil que hace algunos meses, por no decir perdedora. Recuperando la confianza y fortaleciendo su posición en las relaciones internacionales, le será sin duda más fácil a Cuba mejorar su imagen. Los tres elementos mencionados se transmitirán y tendrán sus repercusiones en la realidad insular.
La economía de Cuba será la más beneficiada, a pesar de no haber crecido lo deseado en el último año (sólo un 1,3%). Sin embargo, en el mismo período, el sector turístico registró la llegada de un número récord de turistas extranjeros, que superó los 3 millones, valor jamás alcanzado en su historia pero lejos aún de otras islas del Caribe. Si muchos extranjeros postergaban su visita a Cuba hasta la caída del régimen actual, ahora aumentará la cantidad de aquéllos que querrán ver el “bastión del comunismo” antes de su desaparición. Aumentarán, indudablemente, las llegadas desde EEUU ya que el Gobierno estadounidense alivió las restricciones de viajes a Cuba para sus ciudadanos, si bien el objetivo recreativo de “sol y playa” sigue aún prohibido. Entre otros se permitirá: el utilizo de las tarjetas de débito y crédito estadounidenses en la isla, la importación de productos cubanos por un mayor valor, de hasta 400 dólares.
El dinámico desarrollo del turismo, junto a las reformas implementadas, crea el efecto ‘bola de nieve’, tanto en el ámbito nacional como local. Un sector que en los años ochenta era insignificante para la economía cubana impulsará ahora el desarrollo de otras áreas de actividad: la construcción y la agricultura, favorecidas también por la nueva política estadounidense, que permitirá la exportación de materiales para la construcción y los insumos agropecuarios así como de bienes para el desarrollo de la actividad por cuenta propia. La agricultura cubana dispone ya de ciertas herramientas de apoyo como compra-venta de insumos, aumento en los precios para productos de venta forzada para el Estado, líneas de crédito, mercado mayorista para productos no estatales. Todo esto influirá en la creación de nuevos puestos de trabajo, especialmente, en el sector privado.
El aumento de la credibilidad de Cuba debería despertar el interés internacional por otras ramas de su economía -necesitadas de modernización, capital y tecnología- vinculadas a diferentes sectores, entre ellos: energético, industria siderúrgica y petroquímica, telecomunicaciones, transporte nacional e internacional, sea aéreo, marítimo o terrestre. Tal vez, el aeropuerto de La Habana volverá a ser un puente y lugar de trasbordo para los viajes entre Europa y Latinoamérica, como lo fue en los años sesentas y setentas. La construcción del canal de Nicaragua y la ampliación del canal de Panamá impulsarán el dinámico desarrollo del megapuerto de Mariel, el cual competiría fácilmente con los puertos pivotes de Florida, Bahamas, Kingston o San Juan. Cuba, con su capacidad, experiencia y tradición del cultivo y procesamiento de la caña de azúcar, podría convertirse en un productor más de biocombustibles (bioetanol). La buena coyuntura económica que se acerca para Cuba tendrá sus repercusiones inmediatas en el ámbito social.
El futuro anunciado de la sociedad insular
La introducción de la economía de mercado en la economía insular y un mayor flujo de personas e información crean un área de tensión social y de choque cultural. Este fenómeno, que no es ajeno a la sociedad cubana, se limitaba hasta ahora a determinados espacios, como las mayores ciudades y los núcleos turísticos de la isla. Actualmente se va ampliando y abarcará al final todo el espacio nacional. Con ello, los habitantes de Cuba irán adquiriendo características típicas de una sociedad en transición, tal como lo han vivido los países centro-europeos. Y es en este espacio donde podemos hablar de un futuro anunciado.
Los cambios trascurridos en Cuba hasta ahora, y los que se producirán en un futuro próximo, condicionan profundamente la sociedad cubana, tanto su espacio público como el privado. Su prolongado aislamiento, que la privó durante muchos años de amplios e ilimitados contactos con el mundo exterior, la ha convertido en un organismo sumamente vulnerable. Las reacciones colectivas e individuales a los estímulos de nuevo tipo tendrán repercusiones evidentes, algunas indeseadas, como la profundización de antagonismos generacionales, disparidades entre lo rural y lo urbano, o choques entre la cultura local y la occidental. El cambio económico, sumado al choque cultural y a un intensivo flujo humano e informativo, generará asimetrías en los ingresos, tanto de carácter vertical (diferenciaciones sociales) como horizontal (espacial), difíciles de detectar y eliminar.
La profundización de las diferencias económicas se convierte en la gran amenaza para la sociedad insular, más aún cuando durante décadas fue protegida de ellas, institucional e ideológicamente. Mi experiencia me permite afirmar que, entre los valores y los logros de la revolución que los cubanos “de aquí” y “de allá” señalan como los más apreciados y dignos de preservar, se cuentan: el acceso gratuito a la educación y a los servicios médicos; la igualdad entre los ciudadanos; la seguridad y la tranquilidad. Aun así los emigrados cubanos rechazan en general el sistema cubano, indicando la falta de libertad, incluyendo la económica y política, como principal factor de salida.
En realidad, las diferencias sociales en Cuba no desaparecieron con la Revolución Cubana, sin embargo, fueron aplanadas, invisibilizadas y aletargadas, gracias a la política de bienestar implementada por el Estado socialista, por la cual todos (al menos teóricamente) recibían iguales servicios y bonificaciones por su trabajo. A pesar de estos esfuerzos, el Estado cubano no ha logrado erradicar las desigualdades de la sociedad, que presenta hoy día síntomas de debilitamiento moral y una crisis de valores. Esta constatación se basa tanto en observaciones personales como en declaraciones del Gobierno cubano y obras artísticas de cubanos residentes en la isla, como es el caso de la película “Conducta”, premiada en varias ocasiones.
La profundización de las diferencias sociales, inevitables en el marco de una economía de mercado a la cual se dirige Cuba, despertará “el demonio” contra el cual han combatido, durante años, los países de América Latina: la desigualdad. Con él, se visibilizarán sus componentes y derivados: conflictos sociales (incluidos los raciales), inseguridad, ascenso de consumo de drogas y alcohol (especialmente en áreas desfavorecidas, grupos marginalizados y vulnerables como los jóvenes), corrupción y prostitución (ya presentes ahora), crimen organizado, etc.
Desde la perspectiva y experiencia centro-europea, la presencia de estos fenómenos es inevitable. Sin embargo, las reformas hasta ahora introducidas y definidas como “lentas” crean todo un abanico de protección ante esta amenaza.
La lentitud de cambios y la negativa del Gobierno cubano de dar un paso decisivo hacia la plena apertura económica protegen en cierta manera la vulnerable sociedad insular, acostumbrándola a una economía de mercado, al trabajo por cuenta propia y a un espacio económico donde es necesario competir. Elementos hasta ahora poco conocidos por la propia experiencia de los habitantes de la isla.
Esto no significa que no existan otras razones para explicar los “pasos lentos y cortos” en la implementación de reformas económicas y políticas en Cuba. La historia conoce casos de la aplicación de la regla “retirarse para poder quedarse”. En el caso cubano, este escenario ya fue puesto en marcha y no requerirá mucho esfuerzo, ya que las estructuras nacionales están sujetas y subordinadas a las Fuerzas Armadas. En una sociedad que, durante años, permaneció bajo la continua amenaza de una invasión extranjera, con estructuras internas de vigilancia bien desarrolladas, fue casi natural que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) ampliaran con facilidad su influencia. Varias fuentes indican que las FAR controlan actualmente un 50% de la economía cubana. Ello garantiza a las capas gubernamentales (altamente vinculadas con el Ejército) el mantenimiento, ante un futuro cambio, de su posición, su statu quo económico.
¿Alguna propuesta alternativa para el cambio?
Los cambios descritos, que se están produciendo en Cuba, son impulsados desde arriba y ahora se ven fortalecidos por actores externos. El bloqueo de Cuba, introducido por EEUU con el fin de aislar la isla y hacer caer el régimen, ha fracasado. Cabe preguntarse entonces si existe alguna alternativa al actual escenario llevado a cabo por el Gobierno de Raúl Castro.
El movimiento opositor, fortalecido y apoyado externamente, durante las últimas décadas ha formulado diferentes propuestas, como el “Proyecto Varela” o “El camino del pueblo”. Este último, dado a conocer en 2011, aún pudo ser competitivo y presentarse como una alternativa a la política gubernamental. Sin embargo, con el acuerdo del 17 de diciembre 2014, la posición dialogadora de los disidentes en la isla se vio significativamente debilitada, y sus proyectos de cambio, hoy día, pierden significado. Más aún, la heterogeneidad y el desacuerdo que caracterizan a la disidencia cubana, han impedido que logre unirse ni bajo un mismo lema, ni bajo una misma denominación, utilizando para definirse términos como: movimiento democrático, oposición, disidencia, movimiento civil, sociedad civil independiente cubana.
El anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, y su acercamiento económico, mostraron nuevamente el desacuerdo interno que caracteriza a los grupos opositores. No hubo una voz única de los representantes de la disidencia, lo cual contrastaba con el “suspiro de alivio” proveniente de las calles en Cuba.
Al habitante de la isla, que vivió en una revolución y crisis continua, cansado de batallas ideológicas y censura, añorando a sus familiares en el “exilio”, le es difícil identificarse plenamente con las propuestas políticas presentadas por la oposición. Tal vez, el futuro anunciado de la sociedad cubana, vulnerable, expuesta a una crisis de valores y a una profundización de las desigualdades, debería alarmar y hacer repensar a los líderes de la oposición en Cuba, llevarles a sensibilizarse a cuestiones sociales ahora sumamente importantes para los cubanos. Así ocurrió con los líderes del movimiento obrero en Polonia de 1980, apoyado por las capas intelectuales. La falta de sensibilidad social se puede convertir en el mayor enemigo de la oposición cubana.
La diáspora cubana
Una división semejante del movimiento opositor se da a 90 millas de Cuba, entre la diáspora cubana, que será un importante actor de los futuros cambios. La “vieja” emigración, que sufrió pérdidas económicas, políticas y humanas con la llegada de la revolución del 59, conserva ante el régimen castrista una postura firme, desde hace años. Tal vez, con los futuros cambios anunciados, vea amenazada su posición privilegiada en una sociedad de inmigrantes, como es la norteamericana. Pero actualmente, la diáspora cubana experimenta un cambio denominado latinización, que la lleva a adoptar comportamientos característicos de otros grupos de latinoamericanos en EEUU, los cuales se visualizan en las preferencias electorales y se expresan también en la aceptación de un diálogo entre Cuba y Estados Unidos.
Sin embargo, cada vez más las diferencias que se manifiestan derivan del área geográfica donde residen los cubanos. Esto puede ser debido a las condiciones que encuentran los cubanos en el lugar de recepción. Actualmente, los cubanos en Estados Unidos representan la comunidad más privilegiada entre los otros grupos de emigrados latinoamericanos. La Ley de Ajuste Cubano (Cuban Adjustment Act), vigente desde 1966 (reforzada por la llamada “ley de pies secos pies mojados”), otorga a cada ciudadano cubano el permiso de residencia, después de un año de estancia en EEUU, cualquiera que haya sido la forma de entrada, legal o ilegal. De esta manera, los cubanos adquieren, en un tiempo bastante corto, el acceso al mercado laboral estadounidense. Incluso, antes de que se les otorgue este permiso, pueden apoyarse de forma amplia en diferentes tipos de ayudas, procedentes de organismos no gubernamentales y del Gobierno Federal, tales como la Asistencia Temporal para Familias Necesitadas (TANF, en sus siglas inglesas), Ingresos de Seguridad Complementaria (SSI) y Asistencia en Dinero en Efectivo para Refugiados (RCA).
Si bien el vigente embargo a Cuba será difícil de levantar, tal vez no ocurra lo mismo en el caso de la Ley de Ajuste Cubano. Existe actualmente un grupo nutrido de miembros del Congreso de EEUU, que ven injusto el trato privilegiado de los cubanos respecto a otros ciudadanos de países latinoamericanos, los cuales suscribieron el TLC con EEUU, como es el caso de mexicanos, dominicanos, colombianos o centroamericanos. Segundo, los programas de ayuda provocan altos gastos a EEUU. Según las investigaciones de la Universidad de Miami, se estima que sólo en el año 2008 los costos de los beneficios públicos que se prestó a los inmigrantes cubanos sobrepasaron los 300 millones de dólares. Se indica también que la actual emigración cubana tiene más rasgos económicos que políticos. Y por último, merece subrayar que los propios insulares intuyen un próximo cambio de la Ley, lo cual se reflejó en el fuerte aumento del número de balseros que se arriesgaron a cruzar, en la segunda mitad de diciembre 2014, el estrecho de Florida.
El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos obligará a la diáspora cubana a revisar su postura hacia el Gobierno de Raúl Castro. Esto aumentará las divisiones y roces existentes, dándole de esta forma al Gobierno de Barack Obama mayor espacio para actuar.
Condiciones al cambio
Para poder estrechar la cooperación económica y social entre Cuba y Estados Unidos, a pesar de la buena voluntad por parte de ambos gobiernos y de las capas empresariales norteamericanas, es necesario suprimir leyes que impiden actualmente tal acercamiento.
Sin duda, la transformación en la isla no se podrá materializar plenamente sin la implementación, por parte del Gobierno de Raúl Castro, de reformas económicas y políticas ya anunciadas, tales como la eliminación de la dualidad monetaria y reforma de la ley electoral. A la vez, no lograrán profundizarse sin la acción del Gobierno y del Congreso estadounidenses. En primer lugar, tendría que ser suprimida (o disminuidos sus efectos) la Ley Helms-Burton, introducida en 1996, la cual junto con la llamada Ley Torricelli (impuesta en 1992), endurecen el embargo estadounidense, impuesto desde octubre de 1960. Estas leyes serán difíciles de levantar pues necesitan el visto bueno de ambas cámaras del Congreso de EEUU, en las cuales prevalece una mayoría republicana que, tradicionalmente, se opone a estas soluciones.
A pesar de la difícil situación legislativa, Cuba ha mantenido durante décadas relaciones económicas con su vecino del Norte, que es actualmente el quinto socio y el mayor proveedor de productos agrícolas a la isla. Esta situación indica que ambos gobiernos disponen de herramientas para minimizar las consecuencias de las leyes vigentes. Además, con reanudar el diálogo reconocen el fracaso de la actual política llevada, uno hacia el otro.
Las reformas económicas y el acercamiento anunciado no harán cambiar a Cuba de la noche a la mañana. El Gobierno insular tiene experiencia en mantenerse firme ante las presiones externas. Ahora controla plenamente la situación interna del país y parece estar llevando a cabo su plan político de pequeños pasos para conducir a Cuba hacia su reinserción en las relaciones interamericanas y en el comercio mundial. A la vez, la apertura social que experimenta la población cubana crea y amplía el espacio de debate y diálogo, abarcando todas las capas sociales y políticas en Cuba. Ante el Gobierno se presentarán nuevas brechas y cuestiones por resolver. Tal vez, el pensamiento libre de José Martí -presente en la sociedad cubana- creará nuevos cuestionamientos y alternativas a las propuestas estatales, con las cuales habría que enfrentarse e iniciar un diálogo. Tal vez, con el acercamiento entre Barack Obama y Raúl Castro, Cuba llega al final de las tormentosas revoluciones que durante los dos últimos siglos han marcado la historia de la isla.