Elecciones en Argentina: cambiemos y el “factor Cristina”

Opinion CIDOB 364
Data de publicació: 11/2015
Autor:
Santiago A. Villar, investigador, CIDOB
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E-ISSN: 2014-0843

D.L.: B-8439-2012 

Más de 25 millones de argentinos se dieron cita, el domingo 25 de octubre, para votar a un nuevo presidente, que sucederá a Cristina Fernández tras ocho años en el poder. Las encuestas estaban divididas entre la posibilidad de que el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato del partido oficialista –Daniel Scioli- se impusiera en primera vuelta o que el líder del frente opositor Cambiemos –Mauricio Macri- forzara el ballotage, o segunda vuelta. Finalmente, para sorpresa de muchos, la diferencia entre ambos fue tan solo del 2,5% de los votos, con lo cual el 22 de noviembre se llevará a cabo, por primera vez en la historia argentina, una segunda vuelta electoral para elegir al ganador.

Pocas dudas había de que el candidato del Frente para la Victoria (FPV), Daniel Scioli, sería quien más votos obtuviese en primera ronda. Desde marzo de este año, todas las encuestas lo colocaban en primer lugar y cada vez con mayor diferencia respecto de su inmediato perseguidor. En agosto se realizaron una  elecciones primarias obligatorias y la distancia entre Scioli y Macri alcanzó casi los 9 puntos (38,4% - 30,1%). A partir de allí, más de la mitad de las encuestas daban al candidato oficialista vencedor en primera vuelta. Sin embargo, nadie pudo siquiera imaginar el ajustado resultado final: Daniel Scioli con 36,8%, Mauricio Macri con 34,5% y Sergio Massa 21,3%.

Si bien los tres principales candidatos lograron elevar su caudal de votos respecto a las primarias, fue el candidato de Cambiemos quien más adeptos consiguió en los últimos dos meses, con un incremento de casi 1,6 millones de votos, lo que catapultó su ascenso en los comicios. Es interesante destacar también que la participación de electorado aumentó, pasando de un 75% en las primarias a un 81% del padrón electoral en las definitivas, que representa más de 1,8 millones de nuevos votos. A ello se sumó una reducción considerable del voto en blanco y la pérdida de votos de dos fuerzas minoritarias. Por consiguiente, los dos primeros candidatos lograron mantener a sus seguidores y convencer a nuevos votantes.

La primera lectura de los resultados revela que un gran porcentaje de la población votó a favor de un cambio, ya sea representado por Mauricio Macri, Sergio Massa o el resto de los candidatos no oficialistas. Muchos consideran que la excesiva presencia de Cristina Fernández mostrando su apoyo a Daniel Scioli, fundamentalmente tras las primarias, no ha tenido la repercusión positiva que se esperaba entre las filas del FPV. Desde hace ya tiempo son públicamente conocidos los roces que la presidenta tuvo con el Gobernador, que generaron varios momentos de tensión entre ambos y llevaron la relación al borde de la ruptura en más de una ocasión. Hasta mediados de 2015 la idea de la mandataria era impulsar la candidatura de una figura identificada directamente con el kirchnerismo. Dado que su apoyo a Florencio Randazzo (Ministro del Interior y Transporte) no se trasladó como se esperaba a los sondeos, finalmente Fernández se decantó por “acordar” con Scioli el nombramiento de su futuro vicepresidente: Carlos Zanini, un kirchnerista puro y fiel al continuismo. A partir de allí el acercamiento fue manifiesto, y aparentemente gran parte de una ciudadanía descontenta y demandante de un cambio, vio en el gobernador bonaerense al continuador del modelo kirchnerista, dónde Cristina Fernández podría tener reservada una porción de poder. La posibilidad de un “kirchnerismo sin Cristina” generó más rechazos que adeptos y eso se vio claramente reflejado el 25 de octubre pasado. A raíz de ello, se ha planteado la idea de que Daniel Scioli quizá debería distanciarse un poco de la presidenta para así lograr convencer al electorado de que habrá una continuidad del modelo, pero a su manera, con algunos cambios y con un tono más moderado que el de estos últimos años.

Por otro lado, el desafío de Mauricio Macri es mantener el envión y la efervescencia generada por los buenos resultados de su frente electoral, especialmente en las provincias de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. Asimismo, de cara a la segunda vuelta, muchos indican que Macri debería profundizar en su discurso, brindar más propuestas concretas, y principalmente, reafirmar que -a nivel económico- su idea de “cambio” no significa volver al neoliberalismo de la década de 1990, tal como sus detractores afirman. El clima de euforia vivido tras la primera vuelta, han colocado a Mauricio Macri como favorito para el ballotage, lo cual le permite encarar la recta final con mayor optimismo. Argentina aspira a un cambio, a una renovación en la política y en la manera de hacer política, y para una parte de la ciudadanía Cambiemos representa ese nuevo rumbo.

No hay que olvidar que ambos candidatos necesitarán atraer a ciudadanos que no los han elegido en primera vuelta. Es decir, para superar el 50% serán imprescindibles los votos de otros candidatos y allí es donde el 21% que obtuvo Sergio Massa empieza a jugar un papel muy relevante. Si bien la máxima “los votos no son de nadie” suele ser cierta, una señal suya hacia uno u otro lado podría inclinar definitivamente la balanza. Lo cierto es que el 26 de octubre empezó una nueva campaña electoral cuyo fin es conseguir la mayoría el próximo 22 de noviembre. Tanto Scioli como Macri tendrán que estar plenamente dispuestos a escuchar nuevas propuestas y abiertos al diálogo con el resto de partidos, algo que el liderazgo personalista de la actual presidenta y la extrema polarización del conjunto de la sociedad dificultaron en los últimos años. El kirchnerismo se ha desgastado y ello se evidenció en las urnas: la gente necesita, quiere y pide un cambio. Resta ahora saber cual es realmente el contenido, la amplitud y la profundidad de ese cambio.

 

Santiago A. Villar, investigador, CIDOB