El largo debate sobre la economía tunecina

Nota Internacional CIDOB 191
Data de publicació: 03/2018
Autor:
Francis Ghilès, investigador sénior asociado, CIDOB
Descarregar PDF

El despido del gobernador del banco central tunecino, Banque de Tunisie, el 18 de febrero de 2018 era de esperar. Este hecho, marca una fecha importante en la historia de un país que trata de afianzar las raíces democráticas frente a los crecientes desafíos económicos y políticos. Chedly Ayari, de 84 años, no era conocido por ser competente. Fue reemplazado por Marouane El Abassi, un economista respetado, cuya integridad es incuestionable y que ocupó puestos de responsabilidad en Túnez y el Banco Mundial. La elección de El Abassi fue decisión del Primer Ministro, Youssef Chahed y apoyada por el presidente, Beji Caid Essebsi. Obtuvo el respaldo de más de dos tercios de los diputados, como lo exige la nueva constitución del país.

La autonomía de un pilar clave de la democracia se vio gravemente comprometida por el despido de Mustafa Nabli, conocido por su integridad, que dirigió el Banco Central desde la caída de Ben Ali en enero de 2011 hasta julio de 2012, cuando fue despedido por el presidente Moncef Marzouki. La decisión del Parlamento Europeo de 7 de febrero de 2018 de incluir a Túnez en la lista de países más expuestos al riesgo de blanqueo de capitales y financiación del terrorismo, fue una advertencia para que el país endureciera su régimen regulador, especialmente deficiencias en la supervisión de diversas transacciones financieras que pueden ser explotadas por individuos y grupos cuyo fin sea el de financiar organizaciones terroristas que operan en el Norte de África. Marouane El Abassi afronta, por lo tanto, un reto importante.

Las dificultades económicas que enfrenta Túnez hoy en día no son ninguna sorpresa. Se requieren grandes habilidades políticas para navegar entre las traicioneras aguas de la transición hacia la democracia en un país acosado por luchas políticas, aumento de la inflación y el endeudamiento en una región afectada por la inestabilidad en Libia, uno de los principales socios comerciales de Túnez y uno de los principales focos del terrorismo yihadista. Los líderes tunecinos se muestran determinados para hacer frente a la amenaza del terrorismo después de los ataques contra el Museo Nacional del Bardo y el balneario de Susa hace tres años. Para ello, recibieron ayuda de los principales países europeos y de los Estados Unidos. Argelia, también, se ha mantenido firme al lado de su vecino desde la caída de Ben Ali en 2011. Hoy el riesgo de ataques terroristas es muy reducido y los turistas están regresando a las playas de Hammamet y Monastir.

Los mismos líderes han demostrado ser menos adeptos a la hora de abordar la crisis económica, mucho más dura que en 2015. Los sucesivos gobiernos no han logrado articular una política coherente, ofreciendo reformas parciales, sino contraproducentes. Prometen reformas audaces, aplazadas a posteriori, ante la creciente frustración de Francia, su principal socio comercial y fuente de inversión extranjera, el Banco Mundial y el FMI. El nombramiento de El Abassi ofrece al gobierno la oportunidad de articular un plan coherente para salir de esta prolongada crisis económica. Los socios extranjeros del país deben convencerse de que su ayuda financiera no solo brinda un manto que permite a los líderes tunecinos aplazar, si no evitar, reformas dolorosas y enfrentar la corrupción desenfrenada.

Los socios extranjeros de Túnez no son los únicos culpables de la manera en la que se ha desarrollado la historia reciente de Túnez. El Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones y los sucesivos presidentes franceses promovieron al país como un modelo de desarrollo inclusivo y moderno, hasta la caída de Ben Ali. Sin embargo, debemos recordar que en un informe (1) de marzo de 2014, el Banco Mundial tuvo el coraje de reconocer su error de análisis sobre la situación de Túnez. El Banco Europeo de Inversiones y los aliados europeos de Ben Ali no se disculparon nunca con el pueblo tunecino por haber respaldado un sistema "asfixiado por su propia corrupción" y cuya extendida familia gobernante representó "un sorprendente 21.3% de todas las ganancias netas del sector privado" según el mismo informe.

Algunas cifras ilustran la gravedad de la crisis. El gasto público y la masa salarial de la administración pública se han duplicado hasta llegar a 32 mil millones de Dinares Tunecinos y 14 mil millones de Dinares Tunecinos respectivamente desde 2011. De seguir aumentando estas cifras, podría significar un auténtico desastre para la economía tunecina. La tasa de crecimiento económico oscila alrededor del 2% debido al estancamiento de los motores de crecimiento económico: la industria, el turismo, fosfatos, fertilizantes y la energía. A medida que las exportaciones de bienes y servicios han ido decayendo, el déficit de comercio exterior se ha duplicado a 12 mil millones de Dinares Tunecinos (equivalentes a 4 mil millones de euros) obteniendo como resultado una drástica caída de las reservas de divisas. Con estos datos, Túnez puede cubrir tres meses de importaciones. Las exportaciones disminuyeron el año pasado, lo que provocó un empeoramiento del déficit en cuenta corriente. El Dinar ha perdido el 40% de su valor desde 2010.

Tres ejemplos ilustran la complejidad de la crisis en la que está sumida el país. En cada caso, las dificultades se remontan a antes de 2011, a veces al siglo XX. La producción en el sector de roca fosfórica y fertilizantes ha disminuido en dos tercios, mientras que la fuerza de trabajo se ha multiplicado por tres en los seis años, hasta 2017, lo que significa una disminución del 90% en la productividad. La producción de gas y petróleo cubrió el 93% de las necesidades del país en 2010, pero solo el 50% en la actualidad. Mientras tanto, muchos hoteles están vacíos y el gobierno no ha logrado vender la mayoría de ellos, ya que sus propietarios reclaman precios que ya no reflejan el valor subyacente de las propiedades.

La historia reciente explica de alguna manera por qué es tan difícil iniciar un debate centrado en la reestructuración de estos sectores. Las políticas audaces para modernizar el sector de fosfatos y fertilizantes y asociar al capital extranjero con este último, se pusieron en marcha y se implementaron a principios de la década de 1980 (2). Posteriormente, fueron  perdiendo fuerza a medida que los sucesivos gobiernos no lograron crear empleos, que a su vez se estaban perdiendo en las minas de fosfato, en el suroeste de Túnez, una de las regiones más pobres del país. También se negaron a otorgar a aquellos que administraban un sector cada vez más complejo, la libertad de gestión que, en la última década, transformó la Oficina Chérifien des Phosphates, propiedad del estado, en Marruecos, de una bella durmiente a una ágil jugadora internacional.

En la década de 1990, el sector se hundió a manos de una mala gestión y una creciente corrupción. Empresas mixtas tuvieron que cerrar cuando los inversores extranjeros provenientes de Europa y del Golfo que habían invertido en la industria de fertilizantes abandonaron Túnez mientras que en las minas de fosfato, varios líderes locales de UGTT (Union Générale Tunisienne du Travail) acabaron corrompidos. Algunos llegaron incluso a crear empresas privadas que reclutaba mano de obra barata, desafiando así la lógica sindical. Esto condujo a una amarga revuelta en Metlaoui en 2009, que sirvió como antesala a los acontecimientos de 2011. Las raíces de esta prolongada crisis que afecta a este sector desde 2011, se remontan a dos décadas atrás. Muchos de los altos directivos de empresas y líderes sindicales de entonces siguen en activo e imponen una forma de omerta que impide un debate honesto sobre la modernización de este sector.

La difícil situación a la que se enfrenta el sector energético es consecuencia de una campaña de desinformación, lanzada en 2015 por el ex jefe de estado, Moncef Marzouki, alegando una corrupción generalizada entre quienes manejaban los ínfimos recursos de petróleo y gas del país. Las consecuencias de dicha campaña fueron desastrosas. La producción disminuyó y muchas empresas petroleras extranjeras se fueron de Túnez, para nunca regresar. Su campaña fue emprendida por determinadas ONG en el extranjero, cuyo objetivo era aumentar la transparencia en cuanto a la gestión de los recursos naturales. En algunos casos, sus "expertos" en Túnez estaban poco informados sobre los temas que estaban debatiendo y tenían muy poco conocimiento sobre la historia de este sector en Túnez. Cuando la naturaleza depredadora de la familia Ben Ali se hizo pública, parte de la sociedad convirtió la lucha contra la corrupción en su principal prioridad. Las redes sociales contribuyeron a retransmitir las historias más espeluznantes. El resultado fue un debilitamiento de un sector económico clave, gestionado hasta el momento de manera íntegra y competente. 

El sector turístico, por su parte, no solo es una víctima del terrorismo, sino de un período en el que el oro azul (turismo) destronó al oro negro (petróleo). El enamoramiento con el desarrollo del turismo que para el nuevo milenio se había convertido en una locura, fue alentado por el rápido crecimiento del turismo mundial en los años noventa. A su vez, ofrecía a los tunecinos una manera cómoda de blanquear dinero, multiplicandolos mediante la especulación. Los "inversores" bien relacionados pudieron adquirir tierras estatales por un módico precio, obteniendo hasta el 90% de los fondos necesarios para construir un hotel. Una ventaja adicional fue el uso de mano de obra para construir casas privadas e incluso a veces tiendas para ellos y sus hijos en una parcela de la tierra. Con demasiada frecuencia, los préstamos no funcionaron y habrían hundido un banco como Société Tunisienne de Banque si se hubieran hecho públicos. Aquellos que construyeron hoteles, a menudo no tenían interés en administrarlos y obviaron la formación adecuada del personal. Ben Ali, por su parte, deseaba promover el turismo, ya que alentaba a los medios extranjeros a presentar una imagen de apertura tunecina que contradecía un régimen interno de control que cada vez era más severo.

Túnez ofreció una visión de lo que el investigador Waleed Hazbun llamó "una Médina Mediterránea posmoderna, donde diversos elementos de las identidades mediterráneas de Túnez se unieron en un espacio expuesto a la mirada de los turistas internacionales, y, sostenido por la moneda fuerte que traen. (3)" Esta forma paradójica de "apertura" también caracteriza las pautas de desarrollo en Egipto, Jordania, Líbano y el Golfo. El desafío que plantea el sector turístico es muy variado: significa atraer nuevas inversiones para modernizar la oferta hotelera; encontrar formas de comercializar la “Marca Túnez” en un mundo que ha cambiado a lo largo de la última década; y sanear los balances de importantes bancos tunecinos. Puede ser que el futuro de este sector radique tanto en las excelentes "maisons d'hôtes" que han surgido en todo el país en los últimos años. Ofrecer una formación adecuada al personal existente del hotel también sería una buena inversión para el país.

No es de extrañar que, en tales circunstancias, Túnez haya caído del puesto 40º al 92º en el índice de competitividad mundial del Foro de Davos. Ya en 2009, Túnez era el país más competitivo de África. Desde entonces, ha ido cayendo en los rankings de Moody's. De manera desconcertante, el ex gobernador no pareció tomarse muy a pecho estas informaciones y perdió cualquier atisbo de credibilidad, de la que hubiera podido disfrutar cuando, en 2014, intentó adjudicarse un cuádruple aumento de sueldo. El nuevo gobernador comenzó partiendo de cero. Mientras tanto, los socios europeos de Túnez presionan fuertemente al gobierno para que endurezca las reglas de las transacciones financieras a fin de evitar el riesgo de financiar el terrorismo.

No todos los observadores externos son pesimistas. Renaissance Capital, una empresa de inversión y banca de propiedad rusa, especializada en mercados emergentes, argumentó en una nota reciente (4), que la fuerte caída del dinar y una masa trabajadora educada le ofrecieron al país una ventaja comparativa para atraer inversión extranjera. Eso plantea la pregunta de si los posibles inversores internacionales pueden confiar en la estabilidad política y social si el gobierno promulga reformas audaces. 

¿Qué política económica se requiere?

Los líderes tunecinos deben hacer frente a algunas verdades incómodas. La estabilidad del país más pequeño del norte de África no puede garantizarse si un número cada vez mayor de tunecinos se sitúa justo por encima del umbral de la pobreza y la clase media, la base del régimen desde la independencia, se empobrece. La revuelta de 2010-2011 fue encabezada por jóvenes desempleados de las empobrecidas tierras altas, en la zona occidental, donde el desempleo afecta a más de un tercio de los menores de 24 años. Estas regiones han visto un descenso en las oportunidades de empleo y nivel de vida desde 2011. Tanto en  las ricas ciudades costeras como en las zonas pobres del país, uno de cada dos jóvenes tunecinos se abstuvo en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2014. En las elecciones locales del próximo mes de mayo, la tasa de abstención en este grupo de edad podría ascender al 75%. Una generación más joven que debería ayudar a construir la democracia abiertamente, expresa su cansancio con la política tal y como la conocen.

La inversión pública tunecina ha ido disminuyendo desde la década de 1980 y ahora apenas representa un 14% del gasto público, los salarios absorben el 41% del gasto, los subsidios el 26% y el pago de la deuda el 22%. Sin embargo, esa disminución se aceleró marcadamente después de 2011, como consecuencia de una caída brutal del ahorro, el crecimiento y la cuota de mercado de los productos tunecinos en la Unión Europea, el principal mercado de exportación del país. La ortodoxia neoliberal que todavía prevalece en cierto grado en el Banco Mundial y, entre muchos otros, en Túnez, sostiene que la inversión privada, en especial de fuentes extranjeras, sigue siendo el sostén de la economía tunecina. Nada más lejos de la verdad. Son las inversiones, no las exportaciones, las que lideran la economía China. Esto no es para argumentar que el estado debe volver a sus formas de antaño e invertir en capacidad productiva. Debe enfocarse en invertir en educación y capacitación profesional, en hospitales cuyo estado de deterioro es preocupante y en infraestructura de transporte. Capacitar y reclutar enfermeras, médicos y maestros en todas las regiones promovería un sentimiento de inclusión que está ausente en las áreas más pobres del país. Al reclutar 140,000 nuevos funcionarios públicos para un estado ya abarrotado desde 2011, el gobierno ha redistribuido los ingresos de facto, que era el objetivo de los que encabezaron la revuelta de 2011.

Las fuerzas del libre mercado no podrán, por sí solas, garantizar la cohesión social de la sociedad tunecina. El gobierno necesita crear un New Deal al estilo de Franklin Roosevelt que brinde esperanza a la gente común. Solo eso ofrecería esperanza a un país profundamente desmoralizado. El gobierno estaría entonces en una posición más fuerte para pedir más apoyo de la UE y el Banco Mundial.

Reestablecer la autoridad del estado significa ante todo luchar contra la economía sumergida. Esto a su vez significa reformar la gestión de los principales puertos, aduanas y luchar contra los barones de la economía sumergida, como Chafik Jarraya, en prisión desde la pasada primavera. Estos barones de la economía sumergida usan los beneficios de sus negocios para ahondar en la corrupción que azota Túnez. Cuando se reúnen en elegantes restaurantes de Túnez, alimentan un creciente rechazo a la "política democrática". Pelear contra ellos requiere coraje y determinación. El estado tunecino pierde grandes sumas de dinero debido al crecimiento de la economía sumergida. Pero también lo hace porque las clases profesionales pagan una tasa fija de impuestos de aproximadamente un tercio de sus ingresos declarados, a diferencia de los trabajadores y funcionarios sujetos a imposiciones a cuenta. Tales personas, particularmente cuando están en política, no pueden abogar por la moderación salarial y ostentar su riqueza al mismo tiempo. En tal atmósfera, el gobierno solo puede dejar de convencer a los tunecinos y sus interlocutores extranjeros de que es serio en su intención de hacer que el país sea más inclusivo.

El gobierno también podría promover una política mucho más audaz y más imaginativa para mejorar las habilidades, capacitar a los jóvenes y lograr acuerdos de intercambio con escuelas y universidades extranjeras para sus proyectos. La UE -y especialmente Francia- está más que dispuesta a ayudar en estos asuntos. Pero los funcionarios públicos son hábiles para retrasar las decisiones y hacer que la vida de cualquier empresario sea más difícil de lo necesario. Deben detener la contratación de nuevos funcionarios. La moral en la administración pública tunecina ha sido duramente golpeada en los últimos años, ya que aproximadamente 7.000 funcionarios públicos trabajaron hasta septiembre pasado bajo la amenaza de un juicio por posible corrupción antes de 2011. El Parlamento aprobó una ley de amnistía, pero restablecer el orden y el ánimo de la que posiblemente fue una de las mejores administraciones públicas del mundo árabe hasta 2011, resultará una ardua tarea. 

Mientras encuentra la senda a seguir, el gobierno tunecino ha cometido algunos errores que se podían haber evitado. El primero, fue la ineficiente gestión del aumento de los precios y el IVA anunciado el 1 de enero. Este aumento mal explicado a la población, resultó ser demasiado elevado. Aumentar la carga impositiva sobre empresas competentes, que afrontan muchas dificultades en la producción de bienes y exportaciones, no tiene sentido desde el punto de vista económico. Túnez debe nutrir su sector manufacturero, con todo tipo de exportaciones, desde cables eléctricos hasta componentes de automóviles y productos farmacéuticos, ya que dichas empresas establecen un estándar de excelencia, compiten internacionalmente y emplean personal formado. Con demasiada frecuencia, aquellos de la izquierda que critican a la empresa privada no logran diferenciar entre capitalismo clientelar y verdaderos fabricantes de bienes a precios competitivos. Existe una fuerte resistencia al cambio por parte de los miembros de la federación de empleadores, UTICA, que dependen de una miríada de controles burocráticos para disfrutar de un monopolio de facto en la producción de ciertos bienes. 

Para recuperar la confianza de sus compatriotas, los políticos y los medios deben recordar que los tunecinos tienen una educación razonablemente buena. Merecen que se les diga la verdad, no medias verdades o mentiras. Si el Primer Ministro hubiera sido interrogado en la televisión antes de las subidas de precios el pasado mes de enero; si al líder de Nahda, Rachid Ghannouchi se le hubiera preguntado por qué le había dado tanto apoyo a Chedly Ayari durante tantos años; si le hubieran presentado a Moncef Marzouki los hechos contundentes del daño que su campaña contra el sector de la energía había causado en la economía, sus compatriotas podrían haber logrado una mejor comprensión de los antecedentes de los acontecimientos recientes. El primer ministro tampoco ha explicado por qué un ministro de educación muy competente se vio obligado a abandonar el gobierno por la presión sindical del año pasado. 

Quizás se evite un problema en las circunstancias actuales, la cuestión de la privatización a la que la UGTT se opone ferozmente. Esto a pesar de las muchas historias de éxito de esta política en los últimos treinta años. Noventa y nueve empresas estatales fueron totalmente (49) o parcialmente privatizadas entre 1987 y 2006, por valor de más de 670 millones de euros. La constructora de barcos Socomena, estaba cerca de la bancarrota cuando se vendió por 34 millones de euros en 2005. Su capital, desde entonces, se ha multiplicado por diez y emplea a más trabajadores, así como a mejores ingenieros, habiendo además aumentado el sueldo de sus trabajadores. Lo mismo puede decirse de AMS (Ateliers Mécaniques du Sahel) y de la fundición Sofomeca, varias plantas de cemento y, por último, el Banque du Sud que compró el marroquí Attijari Bank. 

UGTT no puede crear un partido de izquierda

Después del colapso del partido de Ben Ali, al que contribuyeron sus propios miembros, la principal fuerza organizada en el país fue, a excepción de los militares y un grupo de destacados empresarios del sector privado, la UGTT. Fundado en 1946, el segundo sindicato más antiguo de África jugó un papel importante en la lucha por la independencia, hasta 1956. A pesar del régimen unipartidista instaurado en 1956, la UGTT mantuvo una dimensión política más allá de su identidad básica como una confederación laboral. Participó en las elecciones parlamentarias tunecinas en tres ocasiones, en 1956, 1981 y 1986, aunque en alianza con el partido gobernante Neo Destour de Habib Bourguiba. En dos ocasiones, en 1979 y 1983-4 se enfrentó al gobierno en sangrientos disturbios. Sin embargo, a finales de los últimos años de Ben Ali, algunos de sus líderes habían sido cooptados por completo en lo que se había convertido en una familia gobernante muy depredadora.

Cuando los trabajadores de la cuenca de fosfato se rebelaron contra Ben Ali en 2008, las sucursales locales de UGTT se separaron. A medida que la revuelta se extendió desde las empobrecidas tierras altas en el sur y el oeste en 2010-11, muchas ramas y miembros locales de la UGTT apoyaron a los jóvenes que desafiaban a Ben Ali. Tres años después, cuando el gobierno encabezado por Nahda acercó al país a la guerra civil, la UGTT unió fuerzas con la federación de empleadores UTICA, la asociación nacional de abogados tunecinos y la Liga de Derechos Humanos de Túnez para negociar un acuerdo que dio paso a un nuevo gobierno técnico Encargado de preparar las elecciones presidenciales y parlamentarias del otoño de 2014. Las tres organizaciones ganaron el premio Nobel por la paz.

Algunos observadores argumentan que el mayor fracaso de la UGTT desde la caída de Ben Ali ha sido su negativa a separar sus actividades sindicales de la política, apoyando a un partido que podría unificar las fuerzas de la izquierda. Si lo hubieran hecho en octubre de 2011, probablemente hubieran negado a Nahda la mayoría parlamentaria que ganaron en entonces. Sea como fuera, es triste ver que el secretario general de la UGTT, Nouredine Taboubi, se entrega a la peor forma de demagogia en lugar de tratar de contribuir a un debate inteligente sobre el futuro de la economía tunecina. El debate económico se ve aún más obstaculizado por el hecho de que ni Nahda ni el partido laico fundado en 2012 por el jefe de Estado, Nida Tunes, tienen programas económicos claros. Un partido de izquierda con una amplia base social podría haber articulado una visión de un camino a seguir. Nida Tunes es una coalición laica de fuerzas políticas creadas para oponerse a Nahda pero nunca tuvo un programa económico claro mientras que Nahda, en consonancia con otros partidos islamistas vinculados a los Hermanos Musulmanes, no ofrece un programa económico más allá de una leve preferencia por un liberalismo económico que parece más de los mismo en vez de a economía moderna.

Dicho esto, y teniendo en cuenta las generaciones que en países como Francia, el Reino Unido y España construyeron democracias modernas, articularon amplias redes sociales y económicas que permitieran que las diferentes corrientes económicas se moldearan en programas políticos prácticos, uno no debería ser demasiado duro en Túnez. Marouane El Abassi escribió recientemente (5), junto con otros en el Banco Mundial, un informe muy lúcido sobre un desafío clave que enfrenta el país. Muchos tunecinos esperan que los antecedentes no políticos del nuevo gobernador y el profundo conocimiento del turbulento contexto regional que atraviesa su país le permitan ayudar al primer ministro a crear un New Deal muy necesario que ofrezca a los tunecinos algo de luz al final del túnel.

 

 

Notas:

(1) Freund, Caroline; Nucifora, Antonio; Rijkers, Bob. All in the family : state capture in Tunisia (English). Policy Research working paper; no. WPS 6810. Washington, DC: World Bank Group. 2014. http://documents.worldbank.org/curated/en/440461468173649062/All-in-the-family-state-capture-in-Tunisia 

(2) See the chapter on Tunisian phosphates. By Francis Ghilès and Eckart Woertz. In: Verhoeven, Harry (ed.) Environment Politics in the Middle East, Local Struggles Global Connections. London: Hurst Publishers, 2018) 

(3) Hazbun, Waleed. “Images of Openness, Spaces of Control: The Politics of Tourism Development in Tunisia”. Arab Studies Journal (Vol. XV No. 2/XVI No. 1). Washington, DC, Fall 2007/Spring 2008. 

(4) Renaissance Capital. Tunisia: Outperforming in the 2020s. 25 January 2018

https://www.shemsfm.net/uploads/FCK_files/RenMan_Tunisia-250118_(1).pdfF

(5) World Bank Group. Tunisia - Impact of the Libya crisis on the Tunisian economy (English). Washington, D.C. 2017.

http://documents.worldbank.org/curated/en/517981490766125612/Tunisia-Impact-of-the-Libya-crisis-on-the-Tunisian-economy

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012