El desafío democrático después de Trump y más allá del Trumpismo
Un mes después de las elecciones en EEUU, Donald Trump parece haber aceptado su derrota. El trumpismo, sin embargo, seguirá retando al sistema democrático porque es precisamente de las contradicciones de éste que se alimenta. No obstante, el desafío democrático va más allá de la contraposición al trumpismo, ya que reside en los problemas estructurales de la democracia moderna.
"We are up BIG, but they are trying to STEAL the Election. We will never let them do it cast after the Polls are closed!”. Con estas palabras, en pleno escrutinio, el presidente Donald Trump denunciaba el fraude y atacaba la posible victoria del candidato demócrata Joe Biden. Al día siguiente, las declaraciones del presidente resonaban en los medios de comunicación del mundo entero. Apología del cortocircuito democrático: el presidente de la autoproclamada mayor democracia del mundo rechazaba el mismo sistema electoral que lo había elegido.
El ataque de Trump fue inmediato, pero no impulsivo. Refleja, de hecho, una constante del trumpismo: la oposición entre el "pueblo" y el "sistema". La lógica es sencilla y muy popular mucho más allá de Estados Unidos. En este caso concreto, ese WE are up big alude al pueblo (del que Trump mantiene ser el representante legítimo), mientras que el THEY are trying to steal the election dirigido al Partido Demócrata, se refiere a un poderoso sistema. Un sistema que, sin estar bien especificado, es claramente ilegítimo para el presidente. Trump le atribuye la capacidad de falsear las elecciones y, por lo tanto, de impedir la voluntad del pueblo.
El argumento trumpista se refiere a dos dimensiones fundamentales de la democracia moderna: la sustancia y la forma, también conocidas como democracia sustancial y democracia procedimental. La primera, explica Mary Kaldor, es lo que se conoce como la voluntad o poder del pueblo; es el poder de los individuos para dar forma a sus vidas y participar e influir en las decisiones públicas que les afectan. Por otro lado, la democracia procedimental se refiere al sistema de normas e instituciones - como el sistema electoral, la división de poderes, la ley, o los órganos representativos - que regulan el funcionamiento del proceso democrático y permiten que se exprese la voluntad del pueblo.
En la teoría y en la práctica de la democracia moderna, la dimensión procedimental es condición necesaria para que la democracia sustancial se exprese. El trumpismo, sin embargo, reduce esta relación entre sustancia y forma de la democracia a una contraposición excluyente. La democracia procedimental, culpabilizada del fracaso del Estado en el mundo globalizado, ya no es esencial para la expresión de la voluntad del pueblo, sino más bien un obstáculo. El arquetipo democrático queda así reducido a su sustancia. Democracia substancial versus democracia procedimental, voluntad popular versus sistema de representación, o en el caso del presidente: si yo no gano, entonces no vale -así se deduce de sus declaraciones.
La fuerza del trumpismo va más allá de su capacidad de explotar la contraposición entre “pueblo” y “sistema”, alimento muy cotizado en la dieta mediática contemporánea: radica en la verdad de las razones que esconde. El trumpismo funciona porque se arraiga en los problemas estructurales del actual modelo (de desarrollo) democrático, que ha demostrado ser incapaz de asegurar lo que prometía: igualdad y libertad para todos y todas. Pregunten a los trabajadores de Youngstown y Mahoning Valley. Poco importa si el origen de dichos problemas no atañe directamente a la democracia procedimental, el discurso trumpista funciona. La promesa de una democracia substancial sin una democracia procedimental es la amenaza de un futuro autoritario. Aunque no se trate de un retorno al autoritarismo clásico, es la reafirmación de la política del miedo y del estado de excepción, basada en la exclusión del otro y en la debilidad del Estado.
La amenaza del trumpismo al sistema democrático continuará mucho más allá de Trump. Sin embargo, defenderse de este desafío refugiándose en la defensa de la democracia formal sería, de por si, un error estratégico. Proteger “el sistema” contra “el pueblo” sólo reforzaría el argumento trumpista, ensanchando la grieta entre substancia y forma democrática. El reto no se resuelve con la defensa del sistema contra la deriva autoritaria que esconde el trumpismo, sino en abordar las causas que lo alimentan.
Palabras clave: EEUU, Trump, Trumpismo, sistema democrático, democracia procedimental, instituciones
E-ISSN: 2013-4428
D.L.: B-8439-2012