Cumbre de presencias incómodas y ausencias elocuentes: Honduras y la cumbre UE-América Latina
Anna Ayuso,
Investigadora principal CIDOB
25 de mayo de 2010 / Opinión CIDOB, n.º 71
Bien está lo que bien acaba, dice el saber popular. La Cumbre entre la UE y América Latina y Caribe de Madrid del 18 y 19 de mayo terminó bastante bien si contrastamos los resultados finales con las expectativas generadas y la dificultad de la coyuntura. Se pudo cerrar in extremis el primer acuerdo regional global que Centroamérica reclamaba y se abrieron las negociaciones con MERCOSUR que, tras 8 años de parálisis, se veían como un imposible. Menos expectación, por conocidos, creó la confirmación de los acuerdos comerciales con Perú y Colombia. Aunque dejan sabor agridulce por haber confirmado la imposibilidad de un acuerdo global bloque a bloque debido a diferencias, de momento irreconciliables, en el seno de la CAN. No menos satisfactorios, por pre-anunciados, fueron la creación de la Fundación EUROLAT y del Mecanismo de Inversión en América Latina con la finalidad de mejorar las transferencias financieras para inversiones estratégicas en la región y el anuncio de un Fondo Caribeño para Infraestructuras.
Estos resultados son tanto más encomiables cuanto que los escollos a los que se ha visto enfrentada la presidencia española del Consejo han sido arduos y han amenazado con arruinar esfuerzos de meses y años de trabajo. El castigo de los mercados financieros contra Grecia y España apenas unos días antes de la cumbre obligó a los líderes europeos a una agenda frenética que situó en plano secundario la cumbre de Madrid y, bien seguro, influyó en la fugaz presencia de la canciller alemana Angela Merkel. Del lado latinoamericano brotó a última hora una amenaza de boicot por parte de los países de UNASUR como protesta a la invitación del Presidente hondureño Porfirio Lobo, cuestionado por su elección en la contienda electoral realizada tras el golpe de Estado contra Zelaya y pese haber resultado vencedor con el apoyo del 60% de la población. Entre acusaciones mutuas de falta de diálogo, el impasse se superó con la conformidad de Porfirio Lobo a relegar su participación en Madrid a un acto en privado de firma del acuerdo con Centroamérica, seguido de una conversación bilateral con el Presidente Rodríguez Zapatero.
Esto no evitó que faltasen algunos presidentes de la Alternativa Bolivariana (ALBA); el venezolano Hugo Chávez, el cubano Raúl Castro y el nicaragüense Daniel Ortega, que esta semana afronta una crisis política con asedio a la Asamblea Nacional por simpatizantes del FSLN incluido. Sí estuvo el boliviano Evo Morales que, tras lanzar acusaciones al Partido Popular español de tratar de auspiciar un golpe de Estado en Bolivia mediante subvenciones a ONG cruceñas, acabó reconociendo que se trataba de una sospecha sin confirmación.
Más allá de los temores conspirativos bolivianos, Honduras fue la presencia más incómoda. La sombra del golpismo planeó hasta aterrizar en la última conferencia de prensa en la que el presidente hondureño defendió su legitimidad ante los medios y apeló a la búsqueda de una solución que lleve a la reconciliación nacional.
Porfirio Lobo rechazo la decisión de la Corte Suprema de Honduras que expulsó a los jueces disidentes al golpe, dijo contar con el apoyo del Congreso para establecer una Comisión de Juristas que revise los casos y apeló a que la OEA y otros países como España creen una Comisión de Juristas para buscar soluciones que hagan compatibles la legalidad y las garantías de los derechos humanos. Pidió ayuda para investigar las muertes y la violencia contra periodistas, invitó a Correa y a Chávez a visitar Honduras para conocer la situación y aseguró que Zelaya podía regresar a Honduras y defenderse de las acusaciones que se le imputan en libertad y con garantías. Todas esas declaraciones son encomiables, pero ¿hasta que punto está Lobo en condiciones de dar cumplimiento a las promesas mientras gran parte de los implicados en el golpe siguen en puestos de poder? Lobo recordó que en Honduras se suprimió hace años la inmunidad de los altos cargos para evitar la impunidad y que él no está dispuesto a recurrir a decretos ad hoc para situaciones concretas (en alusión a Zelaya), pero que aceptaría que una Comisión Internacional de Juristas propusiera soluciones, incluyendo una Ley de Amnistía.
La normalización sólo puede venir de ofrecer garantías para que una violación del orden constitucional no pueda volver a suceder, pero la responsabilidad debe recaer en los que cometieron abusos, no en la población, y cada uno cargar con su parte. ¿Tiene la Comunidad Internacional derecho a imponer a los votantes hondureños la anulación de unos comicios que ya estaban convocados antes del golpe y a los que Zelaya no se podía presentar? ¿Es posible recuperar la paz social reponiendo en el poder a aquellos que protagonizaron la crispación? ¿Cómo devolver credibilidad a las instituciones? Son preguntas que requieren ahondar en los principios, pero también trabajar para que estos sean operativos. La responsabilidad de la Comunidad Internacional es prevenir rupturas, ayudar a restituir el orden y proveer de vías y apoyos a los procesos de reconciliación nacional en lugar de convertir a los estados más débiles en campos de batalla ideológica.
Como recuerda la Declaración de Madrid, el principio de legalidad, la separación de poderes, la garantía de los derechos humanos, la libertad, la justicia social y la pluralidad son ingredientes indispensables de la democracia.
Una Constitución puede ser modificada por voluntad popular, pero respetando las vías constitucionales y las competencias entre diversos poderes. Fortalecer las instituciones supone garantizar la pluralidad y eso requiere de cauces institucionales de participación ciudadana. Si el presidente Lobo pide ayuda para recuperar la legalidad democrática deberá demostrar con hechos que de veras va por esa senda, pero en esa tarea no se le puede negar el pan y la sal, si no exigir garantías. ¿Dónde están los líderes regionales? ¿Dónde los socios estratégicos?
No es un secreto que en Nicaragua se está cociendo la misma jugada que intentó Zelaya para permitir su reelección, siguiendo los pasos de Chávez. La región sigue muda ante la crisis institucional asida al principio de no intervención. La vieja OEA se inhibe, la emergente UNASUR da la callada por respuesta, la flamante Comunidad de América Latina y el Caribe no se sabe, y Europa como tantas veces ajena. Difícil imaginar un final feliz.
Anna Ayuso,
Investigadora principal CIDOB