«Con suerte, llegará el día de Nietzsche»: las raíces iliberales de la Alt-Right

Revista CIDOB d'Afers Internacionals nº 132
Data de publicació: 11/2022
Autor:
Bàrbara Molas
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Bàrbara Molas, investigadora, International Centre for Counter-Terrorism (ICCT). ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3308-0951

Este artículo se centra en el impacto de pensadores europeos –cuyas ideas influenciaron los movimientos nazi y fascista de entreguerras en el siglo xx– sobre el actual movimiento de extrema derecha digital de la Alt-Right, localizado sobre todo en Estados Unidos. En concreto, explora las ideas sobre gobierno autoritario desarrolladas por intelectuales como Friederich Nietzsche (1844-1900), principalmente, o Julius Evola (1898-1974), y su uso contemporáneo en el discurso empleado por el líder de dicha corriente política iliberal estadounidense, Richard B. Spencer. El objetivo es construir un análisis del pensamiento de la derecha radical transnacional, específicamente del pensamiento autoritario, a través del tiempo y de medios totalmente distintos como pueden ser la literatura versus Internet.

Cuando el líder supremacista blanco estadounidense Richard B. Spencer dijo que había tomado la «píldora roja» (red pill) de Friedrich Nietzsche (1844-1900), el mundo no tardó en asociar las ideas del filósofo alemán que inspiraron el nazismo con el movimiento americano Alt-Right (literalmente «derecha alternativa»), a la cabeza del cual está el propio Spencer (Wood, 2017). Muchos se apresuraron a acusar a Nietzsche de ser un peligro para la democracia liberal, aunque otros respondieron diciendo que el filósofo había inspirado muchos movimientos desde su muerte, tanto reaccionarios como progresistas. En este sentido, la mayor aportación de Nietzsche había sido inspirar escepticismo hacia los sistemas de valores diseñados por el hombre e impuestos sobre la sociedad para determinar nuestra realidad, incluido nuestro sentido del ser o nuestra identidad individual y de grupo. Teniendo en cuenta que el pensamiento de Nietzsche ha planeado por la obra de numerosos pensadores y por varias propuestas sociopolíticas a lo largo del tiempo, ¿por qué debería preocuparnos que el líder de la Alt-Right se refiera a Nietzsche como su «educador» y el pensador que más le ha «influido»?1. Y, si el filósofo alemán realmente ha influido en las ideas radicales de Spencer, ¿de qué ideas en particular estamos hablando y con qué fin se han incorporado al discurso de la Alt-Right? Este artículo pretende explorar estas cuestiones a través de un análisis comparado de la trayectoria intelectual de Nietzsche y las referencias públicas de Spencer al filósofo alemán antes y después de convertirse en el líder de la nueva derecha radicalestadounidense. Para ello, el análisis utilizará fuentes primarias, como la obra de Nietzsche, y tuits o artículos atribuidos a Spencer, así como fuentes secundarias.  

El artículo se estructura de la siguiente forma: en primer lugar, se lleva a cabo una revisión de literatura académica que señala las contribuciones y las carencias de los trabajos existentes que abarcan la relación entre el pensamiento de Nietzsche y la Alt-Right; en segundo lugar,  se dedica una sección a la obra de Nietzsche, su pensamiento e impacto en la Europa de los siglos xix y xx; y, en tercer lugar, se explicará el rol que dicho pensamiento parece tener en el discurso de la derecha radical estadounidense contemporánea –la Alt-Right –, en concreto, en el discurso de Richard B. Spencer. La hipótesis de este trabajo es que, por un lado, el líder de la Alt-Right utiliza a Nietzsche para dar legitimidad a sus ideas extremistas de nación, raza y gobierno; de hecho, que Spencer use a Nietzsche para dar credibilidad a sus ideas, más que a utilizarlo como inspiración, resulta obvio cuando observamos que Spencer inventa (usando el recurso de las comillas) y manipula las palabras de Nietzsche cuando le conviene. Al respecto, en los casos en que el texto es creado y entrecomillado como literal, dichas referencias al filósofo son ilegítimas y hacen de Spencer un pseudointelectual o, peor aún, un farsante, ya que ahí su manipulación no se limita tan solo a una forma de interpretación. Por otro lado, este artículo propone que, adoptando a Nietzsche, Spencer recuperaal filósofo como símbolo perdido de la revolución conservadora de principios del siglo xx y, con ello, la Alt-Right o derecha radical redirige un cambio metapolítico de mentalidad y cultural a largo plazo (Liyanage, 2020; Bar-On, 2021)3, arrebatando a la izquierda un pilar intelectual clave para la revolución liberal de la posguerra. Dicha apropiación implica cuestionar la contribución progresista de Nietzsche, lo que lleva también a cuestionar los valores que en los años sesenta y setenta del siglo pasado contribuyeron radicalmente al giro a la izquierda de la mayor parte de las democracias liberales de Occidente, lo que aceleró la tercera ola feminista, la revolución sexual y la creación de estados multiculturales.   

Marco teórico: ¿Evola o Nietzsche?

En su contribución principal a su colección sobre «la extrema derecha, la educación y la violencia», Michael Peters y Tina Besley (2020: 5) señalan que la «industria artesanal» de las apropiaciones indebidas de Friedrich Nietzsche –especialmente las provenientes de la derecha– ha estado en auge durante más de un siglo: desde la Alemania nazi hasta los actuales movimientos supremacistas, incluida la Alt-Right (véanse también Alloa, 2017; Illing, 2018 y Kellner, 2019). Ello no es sorprendente, ya que Nietzsche fue un crítico arduo de la modernidad liberal, de la igualdad social y del sistema democrático. Al fin y al cabo, su proyecto estaba orientado para demoler el régimen político-moral posterior a la Revolución Francesa de 1789 y reemplazarlo por un nuevo régimen iliberal basado en el privilegio de clase, género e intelecto.

Sin embargo, hasta el momento no existe trabajo alguno que analice la influencia de Nietzsche sobre las ideas de Richard B. Spencer de manera que se demuestre (o se excluya) que este último haya leído al filósofo alemán y lo haya integrado de manera más o menos coherente en su propia narrativa iliberal. Ronald Beiner dedicó su libro Dangerous minds: Nietzsche, Heidegger, and the Return of the Far Right(2018) a explorar las raíces filosóficas de la nueva derecha radical, pero al hacerlo obvió realizar un análisis comparado que mostrara la existencia de una influencia directa del discurso de Nietzsche sobre la narrativa radical de la Alt-Right. Aunque podamos asumir dicha influencia, dando crédito al hecho de que Spencer leyó obras tan complejas como La genealogía de la moral(1887), ello no se ha demostrado. En concreto, podríamos subrayar el elitismo de Spencer como el elemento que prueba la influencia de Nietzsche en la redacción del manifiesto de la Alt-Right4. En este sentido, no es de extrañar que un movimiento radical de derechas –basado en la idea de que las personas no son iguales– apoye un sistema jerárquico centrado en el factor de clase además del origen racial (Bar-On, 2021).    

Hubo otros filósofos reaccionarios, como el pensador fascista Julius Evola (1898-1974), que abogaron por un elitismo aristocrático. Es más, autores como Patrick Hermansson, David Lawrence, Joe Mulhall y Simon Murdoch en The international Alt-Right: Fascism for the 21st Century? (2020), o como Mark Sedgwick en Key thinkers of the radical right: Behind the New Threat to Liberal Democracy (2019), comentan que, en realidad, la principal influencia de la Alt-Right ha sido Evola y no Nietzsche. Sin embargo, a pesar de que el pensador ciertamente influyera en los movimientos de extrema derecha hasta su muerte en 1974, y de que las referencias a Evola abundan en medios de comunicación ultraderechistas como Breitbart News, The Daily Stormer y AltRight.com, en realidad no existe ninguna fuente primaria que pruebe dicha influencia sobre el líder del movimiento, Richard B. Spencer. De hecho, el propio Spencer dijo en Twitter que «no es un experto de Evola», lo cual «era una lástima»5. Esto prueba que no existe una relación directa entre las ideas de Spencer y el pensamiento de Evola (Spencer, 2014). Asumiendo que la mayor influencia sobre Spencer ha sido la obra de Nietzsche, este artículo explora los paralelismos y las referencias existentes entre el discurso de Richard B. Spencer y la obra del filósofo alemán con el objetivo de descubrir de qué influencia exactamente estamos hablando y si ello es fruto de la inspiración, la apropiación o la manipulación, lo que nos indicará no solo los valores promovidos por Spencer, sino también los propósitos y las estrategias discursivas de la Alt-Right en general. 

La obra y el pensamiento de Friedrich Nietzsche

Friedrich Wilhelm Nietzsche fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo xix. Considerado uno de los filósofos más importantes de Occidente, su obra ha ejercido una profunda influencia en la cultura occidental. Nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, una pequeña ciudad alemana. En su juventud, dos figuras determinaron su pensamiento iliberal: el filósofo Arthur Shopenhauer (1788-1860) y el compositor Richard Wagner (1813-1883). El primero enseñó a Nietzsche que la realidad no era un todo ordenado y estable, sino más bien un caos dinámico dominado por accidentes y una fuerza irracional: la voluntad –un concepto que en la obra de Nietzsche encontramos como la «voluntad de poder»–. Wagner, por su parte, sirvió de inspiración en tanto que representaba un modelo de pensamiento libre y rebelde, de superación de la «decadencia cultural y política de Europa» (Llácer, 2019). De esta forma, la modernidad era para Nietzsche un tiempo caracterizado por la decadencia espiritual del ser, estando el liberalismo democrático –que caracterizaba los nuevos estados-nación– anclado en el culto religioso judeocristiano, que valoraba la igualdad y la humildad por encima del mérito y el coraje (valores propios de la antigua Grecia y Roma que, según Nietzsche, hacía falta recuperar), y en «la mezcla de sangre entre amos y esclavos», que había llevado a la desaparición de la clase privilegiada (Nietzsche, 2002 [1886]: 157). Según el filósofo alemán, el igualitarismo beneficiaba tan solo a los débiles y no ofrecía ninguna motivación para buscar el poder o un rango superior (Kaufmann, 1976: 504-505). Nietzsche creía que dichos valores judeocristianos estaban arraigados en la historia del pueblo judío y su resentimiento y capacidad para resistir de manera pasiva –glorificando el sufrimiento– y más tarde derrotar la virtud moral de los pueblos clásicos (Nietzsche, 1956 [1887]: 166-182 y 185-187). Según él, es con el pueblo judío que comienza la decadencia moral (Whyte, 2008: 186).   

Así, para luchar contra los valores decadentes de la sociedad judeocristiana, Nietzsche (1992[1872]: 4) sugería la creación de un «superhombre» (Übermensch) capaz de enfrentarse a todos los elementos «parasíticos» que –según él– protegían los pilares dañinos de igualdad y fraternidad que caracterizaban la modernidad. Un superhombre que emergería de la modernidad caótica para convertirse en guía (en alemán, Führer) de la humanidad, rechazando el racionalismo moderno y guiándose por «la voluntad de poder» o Der Wille zur Macht. Para Nietzsche, «la voluntad de poder» es el principio dinámico, o impulso casi instintivo, que guía las interpretaciones del mundo (que es una interpretación en sí mismo) y determina nuestras relaciones, incluyendo antagonismos y alteraciones entre diversos centros de poder. Este principio lleva al centro a aquellos elementos que tienen la capacidad de imponer su poder o fuerza sobre otros. Es un movimiento caracterizado por un deseo de poder y de dominación que supera el deseo de supervivencia. Bajo el nazismo, dicha voluntad de poder se usó para justificar la expansión, el imperialismo y la selección (eugenesia) en la creación de un grupo humano superior: la raza aria (Davies y Lynch, 2002: 92, citado en Heywood, 1998: 216). Será esta lectura de Nietzsche precisamente la que ayudará a legitimar interpretaciones racistas del progreso, incluyendo cambios caracterizados por la sistemática eliminación del pueblo judío. Sin embargo, aunque Nietzsche percibía el antisemitismo como una «manifestación de decadencia cultural (…) y abogó por la asimilación de los judíos europeos» (Conway, 2009: 41; Gauger, 2007: 129), expresó simpatía y admiración por el carácter y la resistencia histórica del pueblo judío. En este sentido, no hay duda de que el discurso de Nietzsche alrededor del «problema judío» fue más bien ambiguo.

En concreto, cuando Nietzsche hablaba de «asimilación» se refería a la desaparición del pueblo judío a través de una mezcla racial (Mischrasse) que podría crear una nueva Europa capaz de superar la idea del Estado-nación y el nacionalismo que tanto detestaba. Este proceso también resolvería el «problema judío» que, según el filósofo, solo había conducido a conflictos en los estados nacionales (Gollwitzer, 1964: 326, citado en Dussen y Wilson, 1995: 110). Además, el autor relacionaba a los judíos con el sentimiento débil y los valores de resentimiento, la resistencia pasiva y la virtud inmoral propios del cristianismo, cuyos valores de la igualdad y pluralidad equiparaba, como ya se ha apuntado, a la modernidad (Whyte, 2008: 186). En La genealogía de la moral, por ejemplo,Nietzsche explica que «fue el judío quien (…) se atrevió a invertir las ecuaciones aristocráticas de valor bueno/noble/poderoso/hermoso/feliz/favorecido-de-los-dioses y mantener (…) que solo los pobres, los impotentes, son buenos; solo los que sufren, los enfermos y los feos, verdaderamente bienaventurados» (Nietzsche, 1956 [1887]: 166-182 y 185-187). Los judíos, dijo Nietzsche, iniciaron la rebelión moral de los esclavos que triunfó sobre los valores antiguos basados en la virtud. Si contraponemos este pensamiento al del superhombre resultante de la mezcla de todas las razas europeas, el pensamiento de Nietzsche es ciertamente confuso y una aparente contradicción, lo que significa que este autor podría leerse tanto a través de las lentes racistas como desde un punto de vista protoliberal europeísta.

En los años previos a la Primera Guerra Mundial, la obra de Nietzsche y sus ideas sobre la «voluntad de poder», el retroceso «iliberal» y otros aforismos como «el superhombre» o «más allá del bien y el mal» se convirtieron en referencias habituales en el mundo literario y político de todas las ideologías. Conservadores, liberales y demócratas le acusaban de amoral y cínico; los socialistas de representar una pseudoradicalidad burguesa que no pone en duda «los fundamentos concretos de la explotación capitalista y no atacaba las estructuras socioeconómicas y las diferencias de clase» (Gauger, 2007: 126). Para otros, Nietzsche representaba la capacidad de romper las barreras de los «convencionalismos de la moral burguesa y cristiana», una «contracultura libertaria» (ibídem: 127-128). Sin embargo, con la Primera Guerra Mundial y la posterior derrota de Alemania, el filósofo pasó a ser el portavoz de una nueva derecha radical y nacionalista totalmente distinta a la de finales del siglo xix; una nueva derecha de tipo Völkisch o racial que era ideológicamente reaccionaria, inspirada por una ética viril, militarista, iliberal, antimarxista y ultranacionalista. En su visión posburguesa y poscristiana (incluso pagana), esta nueva derecha admiraba el pasado glorioso y folclórico de Alemania y deseaba un futuro heroico liderado por un superhombre. En este marco, fue adoptada la idea de Nietzsche de que un guía emergido de las masas sería capaz de liderar un proceso de recuperación social a nivel europeo. Del mismo modo se utilizaron las ideas del filósofo alrededor de la «naturaleza maligna de los judíos», los cuales se convirtieron en chivos expiatorios acusados de luchar de manera fraudulenta contra los enemigos de Alemania durante la Primera Guerra Mundial –un comportamiento considerado natural bajo la sospecha de que los judíos no podían ser fieles a Alemania debido a que su patria real era (la entonces inexistente) Israel (ibídem: 130 y 134) –.

Es en este contexto que surgió el movimiento nacionalsocialista –nazi–, que manipuló la idea nietzscheana del superhombre para hablar de una superraza que debía dominar por encima de los infrahombres (encarnados principalmente en «el judío») que reprimían su espacio vital (lebensraum) y voluntad de poder (Gauger, 2007: 135). Sin embargo, Nietzsche no era ni nacionalista ni socialista; además, era enemigo de las teorías racistas, odiaba el nacionalismo alemán y se consideraba filosemita. Esta es precisamente la razón por la que muchos seguidores del movimiento Völkisch y del nacionalsocialismo rechazaron a Nietzsche. Aun así, muchos aceptaron la adaptación de las ideas de este autor porque les daba un «barniz de seriedad y dignidad y para legitimar esos productos de la amplia tendencia deshumanizante de la época de entre guerras» (Gauger, 2007: 135). A pesar de ello,como argumenta Whyte (2008: 172), acusar al nazismo de simplemente «falsificar» a Nietzsche sería un síntoma de «miopía interpretativa». Para los nazis que admiraban a Nietzsche, el filósofo no solo había expuesto las estructuras nihilistas, vacías y degeneradas de la sociedad moderna, sino que también había ofrecido un modelo alternativo en su redescubrimiento de la Antigua Grecia. Así, su celebración de lo heroico, prerracional y agonístico (conducta agresiva, competitiva) en la vida griega y su reformulación de la verdad eran útiles para el cambio que buscaba el Tercer Reich (ibídem: 184). En resumen, la naturaleza del discurso de Nietzsche antiliberal, antihumanista, jerárquica, burguesa, totalitaria y antidemocrática, así como sus ambiguos comentarios sobre la comunidad judía, ofrecieron la posibilidad de interpretar su trabajo de manera radical, acorde con la revolución conservadora alemana de entreguerras. Ello se convierte en una estrategia legitimadora para un cambio radical que concibe la mirada hacia atrás como la clave para un nuevo futuro (y una futura raza superior); un enfrentamiento a la modernidad cristiana y liberal percibida como el camino hacia la decadencia moral, espiritual o física, individual, grupal o de las naciones.

La interpretación nacionalsocialista de Nietzsche dominó hasta después de la derrota de la Alemania nazi. Sin embargo, más adelante, en los años sesenta y setenta, una generación de intelectuales franceses llamados «filósofos de la diferencia» (posestructuralistas) empezaron a leer la obra de Nietzsche de manera diferente. Esta generación se negó a reducir la filosofía de Nietzsche a «significados últimos» (lectura estructural), apuntando al hecho de que leer a Nietzsche era interpretarlo de una manera subjetiva que dependía tanto de la intención del autor como de la predisposición del lector y del contexto social y cultural en el que este se encontrara. En otras palabras, la obra de Nietzsche no es una, sino muchas: una realidad inexistente de múltiples máscaras caracterizada por la pluralidad de sentidos (Muñoz, 2013: 41). Y en eso estaba la contribución de Nietzsche: en enseñar que la realidad no es una, sino múltiples; y que no hay verdad, sino perspectiva. Esta lectura de la obra del filósofo permitió a esta generación de intelectuales revolucionarios cuestionar lo que interpretaron como una realidad impuesta que era definida por un sistema de valores creado por aquellos que tenían el poder de definirla. Los perdederos eran el resto: individuos subyugados y manipulados cuyo poder residía en descubrir que tenían la capacidad de crear una nueva realidad o verdad mediante la alteración de la significación que se les había enseñado como absoluta.

En síntesis, según los posestructuralistas, el poder residía en la deconstrucción de lo que se había aceptado como real hasta entonces, lo cual resultaba ser una amenaza para todos aquellos que habían usado los valores morales, la religión, la cultura y otros determinantes abstractos para mantener el poder y subyugar al resto. No es de extrañar, pues, que la crítica de Nietzsche en contra de la moralidad cristiana –como la admiración del vulnerable, débil o humilde (protegido en la modernidad por el sistema demócrata y liberal)– encajara en esta nueva interpretación de manera eficaz. Asimismo, dicha revolución daba un giro al trabajo de Nietzsche hacia la izquierda, al insistir en que, en realidad, todo ser humano tenía la capacidad para alterar la realidad y modificar las relaciones de poder (power relations). Ha sido una lectura que ha celebrado a Nietzsche como campeón de la igualdad y de la liberación intelectual y moral; interpretación que ha dominado la escuela nietzscheana por muchos años y que ha luchado contra la manipulación que el nacionalsocialismo había hecho de su obra. Hasta la llegada de Richard B. Spencer. 

Richard B. Spencer y la Alt-Right

Richard Bertrand (B.) Spencer nació en Boston, Massachusetts (Estados Unidos), el 11 de mayo de 1978, en el seno de una familia acomodada de orígenes europeos y cristianos. Se licenció en Literatura Inglesa e Historia de la Música en 2001 por la Universidad de Virginia y fue en ese entorno donde se encontró con la obra de Friedrich Nietzsche, en particular (según él), con La genealogía de la moral(1887), un estudio centrado en la decadencia moral y social promulgada por el triunfo del judeocristianismo. En concreto, Nietzsche explica cómo dicho triunfo dio como resultado «una especie de envenenamiento de la sangre» que desembocó en una «mezcla de razas». En esta obra,el filósofo narró por primera vez la supuesta inversión de la moral romana y griega (centrada en el poder y el heroísmo) para el beneficio de aquellos sin mérito: «fueron los judíos quienes iniciaron la rebelión moral de los esclavos; una revuelta con dos milenios de historia a sus espaldas, que hoy hemos perdido de vista simplemente porque ha triunfado tan rotundamente» (Nietzsche, 1956 [1887]: 166-182 y 185-187). Al respecto, los nacionalistas blancos (white supremacists) tienden a hacerse eco de la crítica de Friedrich Nietzsche al cristianismo como una «moralidad esclava» que valora la debilidad frente a la fuerza (Hawley, 2018: 166). En este sentido, precisamente la idea de la decadencia cultural fue fundamental para la creación del término Alt-Right o derecha alternativa que Spencer acuñó en 2011, ya que ello le permitía rechazar el conservadurismo establecido como cómplice de un ocaso cultural y racial fomentado por la democracia liberal. Para Spencer, Nietzsche fue un «visionario» (Illing, 2018).  

Sin embargo, Nietzsche había denunciado un cristianismo que Spencer, por el contrario, parece afirmar. Para el filósofo alemán, el cristianismo había actuado a la par con el judaísmo como fundamento moral de la modernidad. Así pues, ¿cómo se explica que Spencer considere La genealogía de la moralcomo el inicio de su conversión al nietzscheanismo y, al mismo tiempo, altere una parte tan crucial de la obra de Nietzsche como el rechazo al judeocristianismo y a la religión en general? Para complicar más las cosas, Spencer se declara ateo (Berry, 2021), ya que, para él, lo importante del cristianismo no son sus valores o su naturaleza como sistema religioso, sino la identidad que proporciona al colectivo europeo (o más bien occidental) y «caucásico»; es decir, al colectivo blanco. En otras palabras, la idea de Spencer sobre la cristiandad equivale a su idea de raza y nación, un equivalente que se aleja de la filosofía de Nietzsche pero que le permite hablar de renacimiento cultural, a la vez que promociona un discurso sobre supremacía blanca.   

Autores como Tamir Bar-On (2021)6, especializado en la nueva derecha francesa (nouvelle droite), argumentan que Spencer no defiende la supremacía blanca, sino que defiende el nacionalismo blanco y el etnoestado. Eso también es lo que dice el mismo Spencer, a saber, que el derecho de ciudadanía en los estados modernos debería basarse en el origen biológico de los candidatos y no en su derecho de ser libres para contribuir a la sociedad que deseen a cambio de obtener la protección del Estado. En cualquier caso, es problemático rechazar la idea de que Spencer no crea en la supremacía de la raza blanca o de aquellos de origen europeo (exceptuando los judíos), ya que, por ejemplo, tras la victoria de Trump en 2016, Spencer dio un discurso en Charlotesville (Virginia) que reprodujo la narrativa colonizadora: «[La raza blanca] no explota a otros grupos (…) Nos necesitan a nosotros, y no al revés». Sugerir que grupos supuestamente asociados a razas no blancas necesitana la raza blanca indica que Spencer entiende la humanidad como grupos ordenados de manera piramidal basado en su descendencia étnica. Además, el uso específico de la palabra «necesitar» (need) en este contexto es sinónimo del mito cristiano de la «misión civilizadora» (civilizing mission) o la «responsabilidad del hombre blanco» (white man’s burden); ambos conceptosbasados en la idea de que las razas de color requieren el consejo y guía de la raza blanca para progresar o convertirse en personas decentes, civilizadas. El discurso de Charlotesville terminó con el grito de Spencer: «Heil Trump!», inspirado en el original alemán Heil Hitler.

En este mismo evento, Spencer hizo referencias directas al pensamiento de Nietzsche. Por ejemplo, se refirió a la voluntad del hombre blanco de «superar, superar todo». El lenguaje de superación está presente en la idea de «la voluntad de poder» (will) y en el concepto de superhombre, al que Spencer hizo referencia mediante su mención a los europeos, para los que es «normal (…) ser grandes». Como ya hicieron los nazis, Spencer utiliza aquí la idea de un guía emergente entre las masas no como un referente moral que se enfrenta a los valores judeocristianos que Nietzsche despreciaba, sino como una superraza, cuya naturaleza es dominar por encima del resto. Sin embargo, estas distinciones entre grupos que promueven la xenofobia son exactamente lo que Nietzsche quería eliminar mediante el establecimiento de una supernación europea, la cual sería capaz de redefinir las identidades de sus habitantes más allá de la idea del Estado-nación, y revertir el proceso de decadencia moral mediante la mezcla de grupos –cosa que el filósofo defendía pese a saber que, probablemente y a su pesar, dicha mezcla favorecería al liberalismo a largo plazo–.

Una razón por la que Spencer podría hablar de superioridad racial a nivel global y, sin embargo, aceptar la idea de que la raza blanca no quiere conquistar sino proteger su propia esfera de existencia puede ser, más que por influencia de Nietzsche, debido al impacto que la nouvelle droite o nueva derecha ha ejercido sobre la Alt-Right. Fundada en los años sesenta del siglo pasado, la nouvelle droite es un movimiento francés de extrema derecha que defiende el etnopluralismo o la idea de crear estados étnicamente aislados o protegidos de influencias culturales (y biológicas) externas. No sorprende pues que la nueva derechase oponga al multiculturalismo, a la democracia liberal y al capitalismo, promoviendo formas localizadas de lo que denomina «democracia orgánica» para revitalizar las distintas identidades y culturas europeas. Curiosamente, Alain De Benoist, uno de los líderes de la nueva derecha, fue influenciado en gran medida por Nietzsche, especialmente en lo que se refiere a su radicalismo aristocrático en contra de la supuesta vulnerabilidad que justifica el igualitarismo en contra del mérito (Frey, 2019). Así, tal como ya hizo Nietzsche, la nueva derechadenuncia la herencia judeocristiana, sugiriendo además la necesidad de superar el nacionalismo integral con un neonacionalismo indoeuropeo, lo cual recuerda a la propuesta del propio Nietzsche cuando hablaba del futuro de Europa como resultado de la superación del Estado-nación (si bien él defendía la mezcla racial, no el aislamiento étnico).

Aunque Spencer dijo que no se considera un discípulo de Nietzsche, en 2016 admitió en su cuenta de Twitter que Nietzsche le había «influido más que ningún otro pensador». En concreto, dijo que cuando lo leyó por primera vez en 2000 en la universidad, la obra del filósofo alemán «marcó un punto de inflexión en mi vida (…) me resulta difícil imaginar cuál sería mi enfoque para pensar sobre la sociedad, la política y la religión sin Nietzsche como educador»; en particular, explicó, la idea del etnoestado «es nietzscheano en su esencia» (Spencer, 2018). Asimismo, describió a Nietzsche como el pensador de más importancia «para nuestro movimiento», esto es, para la Alt-Right7. Pero ¿a qué se refiere exactamente Spencer cuando dice que el ideal sociopolítico del Estado de la nueva derecha es un reflejo de las ideas de Nietzsche? Según él, el pensador alemán es un «tradicionalista radical o arqueofuturista», lo que se refiere a una visión antimodernidad que desea recuperar estilos de vida pasados con una nueva visión radical o reaccionaria de futuro (ibídem). Es cierto que, para Nietzsche, aunque el mundo moderno debía llevar a la decadencia, una vez destruido este, tan solo otro podía emerger con un nuevo sistema de valores que, aunque inspirados en el pasado, lo transcendieran. Así, la interpretación de un Nietzsche tradicionalista a la vez que futurista y radical no es del todo errónea, y nos ayuda a entender qué es lo que Spencer espera de la Alt-Right cuando habla de sus raíces intelectuales.

En esta línea, el supremacista blanco neonazi no se aleja de la realidad cuando se refiere a la centralidad de la «voluntad de poder» y del «radicalismo aristocrático» en la obra de Nietzsche8. Es verdad que Nietzsche creía que los individuos no deberían limitarse a sobrevivir, sino a crecer, expandirse y a dominar; y también lo es que su visión era aristocrática, centrada en el poder de la nobleza y la virtud, que él asociaba con las clases acomodadas. Sin embargo, la interpretación que Spencer hace de Nietzsche no es siempre precisa. Por ejemplo, en su obra, Nietzsche habla de una homogeneidad europea resultante de la mezcla de diferentes grupos étnicos o razas hacia un colectivo transcendente, en el sentido de que dicho colectivo habría superado las limitaciones impuestas por el nacionalismo. En su pensamiento, es cierto que este no es un deseo del todo liberal, ya que sabemos que el filósofo, por un lado, esperaba de dicha mezcla que grupos como el judío desaparecieran –al constituir estos una nación (sin Estado) por sí solos y, por lo tanto, dañar el ideal antinacional europeo que se imaginaba– y, por el otro, se lamentaba de que el futuro antinacional europeo llevase al multiculturalismo y a la expansión de la democracia liberal, los cuales no aprobaba. A pesar de todo, Nietzsche nunca defendió la mezcla de grupos con el objetivo de crear un superhombre o raza superior. En cambio, Spencer opina lo contrario: en su cuenta de Twitter, pretende citar a Nietzsche mediante comillas para hablar de un supuesto «hombre europeo homogéneo», un concepto inexistente en la obra del filósofo9.

Asimismo, es curioso observar cómo Spencer, para proteger su propia propuesta del etnoestado, ignora el desprecio que tenía Nietzsche hacia el nacionalismo. De hecho, justifica el antinacionalismo de Nietzsche admitiendo que «el nacionalismo provinciano puede tener sus problemas», al mismo tiempo que insiste en que el «concepto de (…) nacionalismo europeo» en la obra de Nietzsche tiene mayor «relevancia» que su odio al nacionalismo, llegando a admitir: «Con suerte, llegará el día de Nietzsche», refiriéndose a una nueva identidad colectiva europea10. Al respecto, sin embargo, cabe subrayar que Nietzsche no quería inspirar un nuevo tipo de nacionalismo, sino destruir los nacionalismos presentes para generar una nueva identidad colectiva espiritual que impidiera nacionalismos futuros. Aun así, Spencer utiliza la idea del filósofo de mezclar distintos grupos europeos para superar las lealtades y diatribas nacionalistas con el objetivo de llegar a un nuevo nacionalismo basado no en la cultura, la lengua y la tradición, sino en la raza blanca. Así es como el neonazi estadounidense es capaz de utilizar a Nietzsche para legitimar su idea radical del etnoestado, o el estado norteamericano resultante de la expulsión de aquellos grupos que no pueden ser considerados europeos de acuerdo con su ideal de raza. Precisamente, Spencer declaró en la revista The Atlantic que «la democracia y la libertad son ideales falsos que distraen a los estadounidenses de lo que realmente importa, a saber, la conciencia de su identidad como blancos» (Wood, 2017).

Otra diferencia se refiere a uno de los pilares intelectuales de Nietzsche: su rechazo al cristianismo, al asociar la moral cristiana con la decadencia moderna. Sobre ello, Spencer defiende el cristianismo como elemento unificador y propio de los habitantes nativos del continente europeo o la raza blanca (Wood, 2017). El hecho de ignorar la centralidad de la secularidad en Nietzsche le permite generar un denominador común (cultural, espiritual y racial) entre un colectivo que no comparte nada de manera natural y cuya cooperación se asume tan solo mediante el prejuicio y las construcciones sociales. En resumen, el ideal nacional de Spencer es una «comunidad imaginada» (Anderson, 1983) que utiliza las ideas transnacionales de Nietzsche para explicar la posibilidad de una multiculturalidad racial europea en un etnoestado norteamericano. Con el objetivo aparente de proteger o justificar su apropiación intelectual de la obra de Nietzsche como elemento legitimador, Spencer explica que el pensamiento del filósofo no está totalmente en contra del cristianismo; es más, dice que aunque parece que lo rechaza, Nietzsche admite que Occidente no puede simplemente deshacerse de él, ya que es una parte crucial de su identidad: «Mientras que es cierto que Nietzsche se presentó a sí mismo como “el Anticristo”, decir que Nietzsche estaba escribiendo polémicamente contra el cristianismo (…) es malinterpretarlo por completo. Nietzsche (…) veía el cristianismo como un conservador tradicional, como la base más básica de lo que se ha dado en llamar “Occidente”» (Spencer, 2018).

En este sentido, defender la idea de que Nietzsche veía el cristianismo como un elemento central del futuro de la identidad europea es rechazar la obra completa del filósofo y su visión; una obra que, en realidad, estaba dedicada a una idea de progreso caracterizada por la superación de cualquier elemento cultural y religioso que impidiera la voluntad o el crecimiento personal y la virtud a favor de ideales colectivos basados en la moralidad esclava, pasiva e igualitaria, que distinguía a la modernidad. La única razón por la que Spencer se saltaría un hecho tan fundamental en la obra de Nietzsche como este es la relación dependiente que el estadounidense establece entre la cristiandad (religión) y la europeidad (raza); una falacia muy común entre los supremacistas blancos. En relación con esto, el nacionalismo racialista blanco equipara la pureza biológica con la pureza cultural o tradicional y la exclusión étnica, lo que genera «una identidad social convergente que surge de la percepción de un alto grado de superposición entre tres identidades»: la religiosa, la nacional y la racial (Perry y Whitehead, 2015: 1.675-1.676). En última instancia, el nacionalismo blanco que quiere el etnoestado busca la preservación de una «identidad cristiana única», incapaz de distinguir entre identidades religiosas, nacionales, y raciales (Whitehead et al., 2018: 147-171). Es esencialmente un «esquema cultural que propugna la síntesis de la vida [nacional] con una forma particularista casi étnica de cristianismo» (Gorski, 2017). Como consecuencia, a pesar de que Nietzsche nunca habló de o aspiró a un colectivo caracterizado por la pureza racial, Spencer argumenta que esto no debería impedirnos ver a este autor como un racista. De hecho, explica el neonazi estadounidense, «aunque nunca se hizo explícito, la antropología de Nietzsche estuvo muy informada por una especie de teoría de la herencia de las características adquiridas». Con ello, a pesar de que no existe prueba alguna de esta interpretación, Spencer consigue reformular el pensamiento anticristiano y antinacional original de Nietzsche como una filosofía cristiana que defiende la superioridad de la raza blanca y, por consiguiente, una idea que anticipa y legitima el etnoestado de la Alt-Right.

Un último elemento en el discurso de Spencer que vale la pena destacar en relación con la obra de Nietzsche es su tendencia a citar (o falsificar) el libro La voluntad de poder (The Will to Power). De hecho, el libro no fue escrito por Nietzsche, sino que es una recopilación y manipulación de notas del filósofo llevadas a cabo por su hermana Elisabeth Förster-Nietzsche. No es de extrañar, pues, que el contenido del libro haya sido cuestionado por expertos de todo el mundo desde su publicación en 1901. La hermana de Nietzsche, una de las primeras creyentes en la superioridad de las razas teutónicas, se casó con el agitador antisemita Bernhard Förster. El matrimonio se trasladó a Paraguay en la década de 1880 para fundar Nueva Germania, una colonia supuestamente pura germánica (aria) ytotalmente cristiana. La empresa fracasó y Förster se suicidó. En medio de un gran escándalo financiero, Elisabeth Förster-Nietzsche se convirtió en la tutora de Nietzsche tras el colapso mental de este en 1889. A la muerte del filósofo en 1900, Förster-Nietzsche se aseguró los derechos de sus manuscritos y fue entonces cuando recopiló algunas de las notas de su hermano bajo el título Der Wille zur Macht (La voluntad de poder), presentándolo como un manuscrito inédito. En gran medida, fueros sus distorsiones de las ideas de Nietzsche, en este y otros trabajos, las responsables de la subsiguiente percepción errónea de este autor como uno de los primeros filósofos del fascismo. En cualquier caso, fue Elisabeth Förster-Nietzsche la partidaria de la superioridad teutónica, del Partido Nazi y de Adolf Hitler, impregnando de sus ideas radicales las posteriores ediciones publicadas del pensamiento de su hermano.

De esta forma, Spencer se refiere a La voluntad de poder como lo hizo Elisabeth Förster-Nietzsche, a saber, como un escrito inédito, como una recopilación de escritos que revelan la necesidad (supuestamente, según Nietzsche) de crear una raza superior como resultado de mezclar poblaciones europeas (Spencer, 2018). Sin duda, explica Spencer (2018), «hay un componente racial, eugenista, en la visión de Nietzsche de la nueva Europa». Al referirse al elemento eugenista de una nueva identidad colectiva deseada, Spencer está señalando una visión que promueve la reproducción asistida de los individuos para la creación de un modelo de raza superior. Los nacionalsocialistas hablaron en el pasado del ideal social de Nietzsche exactamente del mismo modo. En particular, como se ha dicho, la revolución alemana conservadora de entreguerras que se inspiraba en el movimiento decimonónico Völkisch defendía el darwinismo social y la eugenesia, manipulando la idea nietzscheana del superhombre para legitimar la formación de una raza superior germánica y la eliminación de las razas dañinas –principalmente la judía (Gauger, 2007: 130)–. Aquella ideología nacionalista, misógina, racista, iliberal y posburguesa de la nueva derecha radical de entreguerras dio paso al movimiento nazi, el cual llevó al establecimiento de un nuevo tipo de Estado que aspiraba a la pureza racial, la unión espiritual, la voluntad de poder de la nación (lo que llevará a la expansión) y el liderazgo de un Führer. Dicho esto, si existe un referente histórico para el etnoestado de Spencer, no es precisamente el ideal europeísta de Nietzsche, sino el propio Tercer Reich alemán. Esto significa que Spencer es problemático no porque manipule la obra de Nietzsche, sino porque su discurso reproduce el discurso nazi sobredicha obra. Por consiguiente, Nietzsche no es la fuente, sino el tema, y el objetivo no es analítico, sino utilitario: dar un tapiz intelectual al Estado racial de Spencer. 

Conclusión

Aunque Friedrich Nietzsche se puede considerar que fue un filósofo iliberal, antidemocrático y aristocrático, este nunca habló de una raza superior; además, rechazó el nacionalismo y se proclamó filosemita. Sin embargo, según el líder de la Alt-Right, Richard B. Spencer, estos últimos elementos son resultado de una lectura errónea de la obra de Nietzsche –o de «los Nietzsches», como apuntan Rabinbach y Bialas (2014) para expresar la pluralidad de interpretaciones sobre la visión compleja del pensador–. Pero, aunque ello sea posible, no hay duda de que cuando el estadounidense cita a Nietzsche, el pensamiento del filósofo es reescrito o falsificado mediante el uso de comillas que no reflejan el texto original. Esto significa que el pensador alemán no es solo meramente interpretado por Spencer, sino que también es recreado.

En este sentido, o bien Spencer está usando el nombre de Nietzsche (que no su obra) para dar legitimidad al pensamiento iliberal, antidemocrático, y racista de la Alt-Right, o bien su interpretación está basada en otras lecturas o interpretaciones del filósofo que sí y de manera literal han promovido ideas como la supremacía racial, el nacionalismo radical y el antisemitismo –como sería el caso de la lectura de Nietzsche realizada por el nacionalsocialismo de entreguerras, que incluyó las obras del filósofo editadas por su hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche–. Sea como fuere, el uso que hace Spencer de Nietzsche consigue de manera improcedente devolverle a la derecha un filósofo que fue fundamental para el giro a la izquierda del pensamiento político e intelectual occidental en la posguerra, como también para el inicio de una nueva era liberal.

Si hay intencionalidad detrás de este arrebato al pensamiento liberal, debemos preguntarnos si, con ello, la Alt-Right pretende reescribir la historia del pensamiento occidental moderno para justificar una nueva narrativa de dominación. Una estrategia metapolítica que, bajo las circunstancias adecuadas, podría inspirar un giro a la derecha radical: una futura Alt-Right.   

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Notas:

1- Spencer, Richard B [@RichardBSpencer]. [Tweet]. (12 de febrero de 2016).

2- Se entiende aquí como «derecha radical» aquella que constituye una forma no violenta de extrema derecha, crítica de las ideas liberales y democráticas, sus valores, así como instituciones. Véase Rydgren (2018: 2).

3- La metapolítica no está ligada a una ideología específica, sino que define una estrategia a gran escala y a largo plazo que tiene como objetivo una transición radical política, económica y social que pasa primero por un cambio cultural o de mentalidad. Cuando la metapolítica es usada en un contexto dominado por la democracia liberal, como el contexto en el que se encuentra hoy la Alt-Right, esta tiene como objetivo debilitar la mentalidad democrática liberal que sostiene el orden político y económico en el que vivimos. En concreto, este cambio metapolítico pretende deslegitimizar la democracia representativa, el pluralismo, el mercado liberal y global, así como la igualdad y la libertad individual, entre otros factores tradicionalmente caracterizados como progresistas.

4-  Es cierto que Nietzsche promovió un «radicalismo aristocrático», a pesar de que los liberales del siglo xx elogiaron su «exposición» de la «salve moralidad» de la burguesía (Conway, 2009).

5- Spencer, Richard B [@RichardBSpencer]. [Tweet]. (17 de noviembre 2014). 

6- Véase asimismo un artículo suyo en este volumen.

7- Bowden! podcast. «Bowden! ep. 2 – The Uses and Abuses of Nietzsche». En: YouTube [vídeo en línea], (12 de diciembre de 2018) (en línea) [Fecha de consulta: 01.12.2021] https://www.youtube.com/watch?v=IG5fK-FJJso

8- Spencer, Richard B [@RichardBSpencer]. [Tweet]. (24 de Octubre de 2020).

9- Spencer, Richard B [@RichardBSpencer]. [Tweet]. (22 de Julio de 2015).

10- Bowden! Podcast, 2018. Op. cit.

Palabras clave: Nietzsche, Alt-Right, derecha radical, Estados Unidos, Julius Evola, Richard B. Spencer

Cómo citar este artículo: Molas, Bàrbara. «“Con suerte, llegará el día de Nietzsche”: las raíces iliberales de la Alt-Right». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 132 (diciembre de 2022), p. 73-91. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.73

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 132, p. 73-91
Cuatrimestral (octubre-diciembre 2022)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.73

Fecha de recepción: 03.05.22 ; Fecha de aceptación:  21.09.22